A los toros de Ricardo Gallardo, ese “alquimista impaciente” que ha logrado un encaste propio a partir de lo de Jandilla, les ha faltado esta tarde “un poquito de por favor”…
A los toros de Ricardo Gallardo, ese “alquimista impaciente” que ha logrado un encaste propio a partir de lo de Jandilla, les ha faltado esta tarde “un poquito de por favor” como diría el hermano actor de Antonio Tejero, apoderado de David Mora. Solo el sexto, un autentico Barrabás, rompió claramente en el sello de la casa, pero en su lado malo que también puede tener una lidia interesante. Con él se peleó el de Borox dignamente, quitándoselo de en medio de un sopapo, que fue la estocada de la tarde y de muchas tardes. En su primero, Mora aprovechó lo poco que le ofreció el toro y fue obligado a salir al tercio a saludar la ovación de un público que reconoció su esfuerzo y su buen momento torero.
Diego Urdiales equivocó la lidia de su segundo, que al menos en cada arrancada repetía tres o cuatro veces. Se dio cuenta de esa virtud del toro demasiado tarde y tuvo que recurrir al arrimón, que el respetable le agradeció con sus aplausos. En el que abrió plaza, un dinosaurio de más de seiscientos quilos, jabonero bien armado y de hermosa lámina, Urdiales estuvo profesional y diligente en una lidia a la antigua, único recurso que le cupo dadas las condiciones del animal.
Leandro dejó ver sus calidades con capa y muleta a las que sacó provecho en diversos momentos de la lidia de sus dos toros, que no fueron precisamente los colaboradores soñados, echándolo todo a perder a la hora de la verdad. Leandro, buen torero y con un ramalazo artístico muy respetable, continúa sin encontrar la manera de meterles la espada a sus oponentes, causa principalísima de que no navegue en mares de mayor altura en el toreo. Una mala racha a espadas que le dura demasiado y a la que no se le adivina el final, puesto que ni se tira a matar ni pasa el fielato. ¡Lástima!
