Resaca de la catarsis tomasista

José Luis Benlloch
miércoles 26 de septiembre de 2012

Más de veinte millones llovidos sobre la economía nimeña y su comarca cargan de razones el futuro de la tauromaquia en la zona. Ochenta vuelos privados en un aeropuerto, el de Nimes, que está sometido habitualmente a la inactividad, más de ciento cincuenta medios acreditados; seis muletas y tres capotes de seda para seis toros; 15.000 euros por seis barreras…

Nimes se despertó ayer como si hubiese acabado la semana fallera. Tal cual. Un travestismo urbano brutal que te transportaba a la normalidad, parecía agredir la memoria de una jornada apasionante e histórica si no queremos contradecir a los periódicos de medio mundo. Era una ciudad en perfecto orden en la que nada hacía recordar la cremà tomasista de la víspera, calles limpias, ni rastro de los miles de botes, botellines y vidrios de la La Ina que dilapidó una sociedad, juventud incluida, que se lanzó a la calle para ir a los toros sin complejos. Foie y tortilla de patatas, paellas al borde del delito y los más sofisticados platos de la grandeur francesa que se habían combinado sin recato todo el fin de semana eran puro recuerdo.

Veinte mil almas llenaron el coliseo mañana y tarde, dos días seguidos, dos, al reclamo de José Tomás y sus colegas, los últimos héroes del siglo. Franceses, españoles, mejicanos y ciudadanos del mundo ya habían entonado la salve rociera en la media noche, especie de himno del adiós en pubs y baretos del entorno del coso y ya habían iniciado el viaje de vuelta. Solo las portadas de los periódicos recogían los efectos del tsunami tomasista.

Las autoridades han hecho balance, más de veinte millones llovidos sobre la economía nimeña y su comarca que cargan de razones el futuro de la tauromaquia en la zona. Ochenta vuelos privados en un aeropuerto, el de Nimes, que está sometido habitualmente a una inactividad poco menos que castellonera, era record de visitantes. El empresario, Simón Casas, él insiste en denominarse productor de emociones, ahora más que nunca, aparecía exultante y se recuperaba de la catarsis colectiva. ¡Simón, Simón! le había aclamado parte de la afición cuando el Monstruo enfilaba la puerta de los Cónsules. Querían agradecerle el esfuerzo organizativo que les había llevado hasta allí. El productor, que declinó saludar, “los honores son para el artista”, que le dio las gracias según pasaba frente a él –“Gracias Simón”– sí aprovechó y señaló con el dedo a los fundamentalistas del toreo “ellos son el peligro, el futuro lo tiene el público en sus manos y el de hoy ha estado perfecto”.

En esa melaza de sensaciones y datos los medios plegábamos los dispositivos, más de ciento cincuenta títulos acreditados del todo el mundo -nunca vi más chinos corriendo detrás de un torero- los hoteles se vaciaban y de José Tomás ni rastro. El de Galapagar convive con el misterio, tal cual torea, ya lo dijo Belmonte, se torea como se es y él lo fomenta. Sabemos que se hospedó en un hotel de las afueras de la ciudad, lujo y discreción. Paradójicamente, o no tanto, se llama “Le Jardin Secret” no más de diez habitaciones de una señorial mansión con piscina que perteneció a la burguesía local. Sabemos que José Tomás llegó el viernes a Nimes, acompañado de su mujer y de su hijo de corta edad, que apenas recibió visitas y que pateó la ciudad, solo y de incognito, gorra de perfil yanqui y gafas de sol como defensa ante curiosos y admiradores, siguiendo un ceremonial que repite en las corridas de compromiso.

Que tras la corrida recibió en el mismo hotel a sus amigos, a no muchos y solo los más allegados siguiendo otro hábito convertido en norma inviolable, entre los que se encontraba Joaquín Sabina y Vicente Amigo. Su apoderado, Salvador Boix, que calificó el triunfo como una conjunción astral y añadió “fue una mañana histórica. No lo digo yo, lo dicen las portadas de los periódicos más importantes de España y Francia”. Boix, como es habitual en la política informativa del torero en los últimos tiempos, no ha querido negar ni confirmar los rumores que apuntaban a que la corrida de Nimes iba a ser la última tarde en la que el de Galapagar vistiese de luces  “¿La última? Que digan lo que quieran. La gente es libre de opinar… ¿La última dicen?…”. Y añadió que ahora tocar descansar: “No tenemos otro plan”.

Y mientras las leyendas urbanas aseguran que ganó un millón de euros este medio tiene información que asegura que superó la mitad y datos contrastados confirman que Nimes batió su record de venta de abonos, se trataba de asegurarse una entrada en la encerrona de JT y que un grupo de mejicanos, llegados en jet privado, pagaron quince mil euros, quince mil talegos por seis primeras barreras. Porque los tendrían, digo yo. Hemos sabido finalmente y ese es dato que habla de la perfección de su toreo, que para lidiar los seis toros utilizó seis muletas, una por toro, de estreno naturalmente y tres capotes, de seda para que volasen con más elegancia. Que bien pudo haberse ahorrado cinco muletas y dos capotes porque ninguno de ellos sufrió rasguño alguno.

Preguntado el empresario si piensa repetir el evento respondió pronto y rápido “No puedo contestar por respeto a José Tomás y a la coherencia. No se debe repetir, no creo que sea posible ni creo que nada volviese a ser igual. Ha sido mágico”.

-¿Entonces cerramos?

-No, por Dios, tengo creatividad para seguir.

(Artículo de José Luis Benlloch publicado ayer lunes en Las Provincias)

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