La revolera

Un presidente fuera de cacho

Paco Mora
martes 28 de mayo de 2013

No sé cómo se llama ni me importa quién ha presidido esta tarde el palco de Las Ventas, porque, aunque se haya erigido en dictador de la corrida, no tiene ninguna clase de protagonismo en la misma…

No sé cómo se llama ni me importa quién ha presidido esta tarde el palco de Las Ventas, porque, aunque se haya erigido en dictador de la corrida, no tiene ninguna clase de protagonismo en la misma. El señor que se exhibía esta tarde en el susodicho palco debería ser inhabilitado para volver a ocuparlo. Es más, de hoy en adelante tendría que pasar por taquilla como cada hijo de vecino si quiere presenciar una corrida de toros, aunque, mejor que no lo haga porque le falta sensibilidad y talante para entender el espectáculo más democrático del mundo, y, en consecuencia, ha hecho almoneda del esfuerzo y la ilusión de un torero y ha despreciado la opinión de cerca de 24.000 espectadores, considerando la suya más acertada que la de todos ellos.

Un espectáculo, el taurino, en el que supuestamente manda el que paga –el público- salvo cuando el árbitro presidencial se pasa el reglamento por el arco de triunfo, como el que le ha robado la puerta grande esta tarde a ese pequeño gran torero que se llama Alberto Aguilar. El reglamento especifica claramente que la primera oreja es obligado otorgarla a petición mayoritaria del público, y el aforo de Las Ventas al completo ha sido un clamor exigiendo, pañuelo en mano y a grito pelado, el trofeo para un torero que se ha jugado la vida con el último toro de la corrida como ya lo había hecho en el cuarto. No basta con poner cara de César romano y subir o bajar el dedo, para presidir un espectáculo taurino hay que saber algo de toros y tener un inmenso respeto por el público que paga. De esas dos cosas carece el presidente de esta tarde. Que Dios le perdone.

Por lo demás, toda la corrida, más que de Montealto ha sido de auténtica rastrojera. Todos incluso el último, que ha sido el mejor, han salido carentes de casta y calamocheando y echando la cara arriba, buscando la yugular de los toreros. En esas condiciones Pedro Gutiérrez “El Capea” demasiado ha hecho con estar en torero e intentarlo todo, aunque sin resultados totalmente imposibles. Chechu ha pagado su decisión con una fuerte cornada. Y esta noche, el presidente cenará tan satisfecho y se irá a la cama con la conciencia tranquila. ¡Que falta nos está haciendo una Ada Colau taurina!…

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