La Revolera

Toros mansos y toreros bravos

Paco Mora
viernes 11 de octubre de 2013

Cinco toros dignos de ser apuntillados con nocturnidad, alevosía y puerta trasera, se corrieron hoy en Madrid. El cuarto de la tarde le debe haberse salvado de la quema a un torerazo que responde al nombre de Antonio Ferrera…

Cinco toros dignos de ser apuntillados con nocturnidad, alevosía y puerta trasera, se corrieron hoy en Madrid. El cuarto de la tarde le debe haberse salvado de la quema a un torerazo que responde al nombre de Antonio Ferrera, que protagonizó un desafío entre un bravo y un manso que ganó el bravo, que fue el torero. El extremeño, en plenitud de torería, recursos, valor y sentido del toreo aceptó el envite, se olvidó que desde que el toreo era una lucha cruenta entre el hombre y la fiera ha pasado casi un siglo, y acabó convenciendo al energúmeno descastado y cobardón de que debía colaborar mínimamente como si fuera un toro del siglo XXI, sencillamente porque el toreo hoy es un arte. Grande Ferrera, torero, torerazo.

La corrida de Adolfo Martín, mansa y descastada, no sacó  ni siquiera la maldad necesaria para que lo que se les hiciera tuviera un adarme de emoción. El ganadero perdió una magnífica ocasión de no embarcar esa corrida para Madrid. Sus pupilos han sido el antitoro de lidia, sencillamente porque eran ilidiables. Que haya todavía quienes sigan diciendo que toros como los “adolfos” le hacen falta a la Fiesta para recuperar la emoción en los tendidos, solo demuestra que hay muchos antitaurinos disfrazados de aficionados, a los que les gustaría, como paso previo para la desaparición de la Fiesta, una regresión hacia el toreo sobre las piernas sin un asomo de belleza estética. Y después el diluvio. Me dirán que un día, de no sé qué año, salió un toro de esta ganadería al que un torero le cortó una oreja, y aquel en que apareció otro muy bravo y encastado… Díganme lo que quieran, pero en todas las corridas “adolfinas” de este año se han cortado dos orejas. Todo lo demás son cuentos del abuelo al amor de la lumbre de la chimenea. Mi compromiso con la verdad me obliga a no mentir respeto a lo que veo. Si no lo hiciera merecería dejar de escribir. Cualquier cosa antes que seguir tapando la realidad en perjuicio de la Fiesta.

Que le pregunten a Fandiño, a Castaño y al mismo Ferrera, aunque su gran momento torero le ha deparado un triunfo imposible por méritos absolutamente suyos. Ni la afición de Madrid ni todos los que han visto el espectáculo de hoy por televisión, ni por supuesto los toreros, merecen semejante despropósito. Y que no se me olvide afear los pititos de un puñado de bienaventurados, cuando Ferrera sufría como un galeote empeñado en una lucha inmisericorde contra un toro inexistente que él fabricó con su sabiduría y momentazo de torero de rompe y rasga. O los que le acompañaron al cruzar el albero para dirigirse al hotel, supongo que porque el energúmeno bicorne dobló las patas delanteras un par de veces. Dicho queda y si no lo digo reviento. Basta ya de mentiras para no enfadar a los antitaurinos disfrazados de aficionados.

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