La revolera

La gesta y el gesto

Paco Mora
martes 27 de mayo de 2014

La gesta de Miguel Ángel Perera hoy en Las Ventas ha sido de las que marcan diferencias. Con su verdad, temple y entrega seria y consciente, el extremeño ha roto la Feria de San Isidro…

La gesta de Miguel Ángel Perera hoy en Las Ventas ha sido de las que marcan diferencias. Con su verdad, temple y entrega seria y consciente, el extremeño ha roto la Feria de San Isidro dejando las cosas muy difíciles para los que vengan después. Perera ha puesto de manifiesto que la única “G” que encaja con su monumentalidad torera es la “G” de grande. Que no necesitaba subirse al carro de ningún gorrión pudiendo como puede volar tan alto como las águilas.

El gesto del presidente de la corrida, al conceder la segunda oreja tirando con desprecio el pañuelo blanco sobre la barandilla del palco con un rictus de incontenible soberbia, ha demostrado que no siente ningún respeto por los 25.000 espectadores que abarrotaban la plaza de la calle de Alcalá. Dice el ex presidente Moronta que los policías que suben a los palcos están capacitados, por una especie de cursillos que les adiestran en la importante labor de jueces del espectáculo taurino, y les enseñan a comportarse como tales. Sería interesante saber en qué escuela ha velado sus armas el “usía” de esta tarde, que ya ha evidenciado en anteriores ocasiones su incapacidad para tal cometido.

Los jueces se comportan con seriedad y sin gestos de aprobación ni de repulsa hacia los seres humanos a los que les toca juzgar. Los juzga la Justicia, no el juez. El juez sólo valora las pruebas y aplica las leyes, sin ira, enfado, soberbia ni desprecio. Hieráticamente, como instrumento de la Ley que es. ¡Qué lejos está el presiente de esta tarde de dar esa imagen! Hombres como él no deberían sentarse en un palco, creyendo que están allí para juzgar la labor de los toreros. Esa labor la juzga el público que es el que paga. Y hoy el público de Las Ventas pedía las orejas unánimemente, en pie y con un furioso flamear de pañuelos como pocas veces se ve en la primera plaza del mundo.

Quienes pueden y deben hacerlo, están obligados a quitar de los palcos a hombres como el referido, al que parece darle grima tener que sacar el pañuelo para premiar la faena de un torero. Sin ellos la Fiesta de los Toros será un poco más limpia, respetable y respetada.

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