Algo se mueve, toca soñar

José Luis Benlloch
miércoles 23 de julio de 2014

El viejo esplendor de las corridas de la Feria de Julio es evidente que pasó al territorio de la nostalgia y ahora el abono valenciano busca su sitio en los tiempos modernos al amparo de una idea tan valenciana como la misma Fira, la luna. 

El viejo esplendor de las corridas de la Feria de Julio es evidente que pasó al territorio de la nostalgia y ahora el abono valenciano busca su sitio en los tiempos modernos al amparo de una idea tan valenciana como la misma Fira, la luna. Toros a la luna de Valencia, toros a la fresca, he escrito estos días en Las Provincias. La magia y las emociones de la lidia buscan aliarse esta Fira con la magia y el misterio de la noche en busca de la supervivencia. La Valencia emprendedora e imaginativa que abrió caminos al futuro inventando la Fira para revitalizar la ciudad y su comercio en los albores del Siglo XX, vuelve a dar un paso al frente ahora para revitalizar la propia Fira y de paso dinamizar la economía urbana como aquel entonces en un volver a empezar o quizás habría que decir volver a inventar. La diferencia sustancial es que entonces contó con la alianza de la ciudad y la autoridad y las primeras figuras del toreo y ahora, salvo honrosas excepciones, prefieren mirar a otro la lado ocupados unos en salir del agujero al que les llevó entre otras cuestiones su apoyo a espectáculos menos nuestros, más caros y desde luego más snobs y otros en disimular la realidad de su débil cartel.

La idea de dar toros por la noche este año tiene varios objetivos: uno, escapar de los rigores del sol de julio que cada día parece más incompatible con las comodidades actuales y un segundo, esa es la clave, buscarle nueva ubicación a una feria que fue una referencia del máximo rango en el planeta toro y que con el paso del tiempo perdió atractivo y con él el efecto dinamizador de la ciudad y hasta tiene en peligro su misma existencia.

Eso es una evidencia. Así que urge salvar la Fira por el interés taurino y también el interés de la propia ciudad. Perder una Fira como la de Julio, lo he dicho hasta la saciedad, es perder lo que dan en toda una temporada en otras plazas, quiere decirse en términos prácticos que equivale al cierre de otra plaza. Si eso llegase a suceder sin necesidad de presión antitaurina y ante el inmovilismo de los propios profesionales, más que triste sería intolerable. Así que como aficionados, también como ciudadanos, hay que buscar fórmulas, y el horario nocturno podría ser una, que mantengan viva la Fira, por el toreo y por la ciudad, ambos tan necesitados de efectos dinamizadores. La tarea es responsabilidad de los profesionales, en este caso en Valencia los empresarios han dado un paso al frente y han elegido moverse, eso es novedad y genera esperanza en un sector que generalmente han preferido el derribo a la restauración. También toca a los aficionados, incluidos los no valencianos, que en estos casos prefieren mirarse el ombligo y negar y negar y volver a negar aferrados al inmovilismo.

Todo lo dicho no se contradice con la necesidad de ofrecer carteles de máxima atención como el primer componente de una fórmula salvadora. Este año han sido demasiados los que han elegido no comparecer, casi los mismos que llegada la abundancia fallera lucen palmito y exigen. De momento la prueba de la noche supone una toma de conciencia, no basta con eso pero al menos algo se movió. A los que lo propusieron y a quienes les siguieron, incluidos los toreros, reconocimiento. Ahora lo que queda es soñar. Al fin y al cabo las ferias son como acaban. 

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