Firma invitada: José Mª Jericó

Antonio Corbacho en el recuerdo

José Mª Jericó
martes 29 de julio de 2014

Hace un año, el 31 de julio de 2013, Antonio Corbacho nos dejó, pero su recuerdo perdurará entre los que fuimos sus amigos cabales y entre los que criticaron sus métodos…

Hace un año, el 31 de julio de 2013, Antonio Corbacho nos dejó, pero su recuerdo perdurará entre los que fuimos sus amigos cabales y entre los que criticaron sus métodos y su manera de ser. Pero su obra ahí quedó y conociéndolo seguro que no estaría de acuerdo con muchas de las cosas que están pasando actualmente en el toreo. Él sabía que la única forma de ser alguien en el toreo, pasaba por ser distinto a todos los demás y para llegar a eso había que cincelar la figura del torero aplicando a sus  enseñanzas el misticismo casi religioso de los “samuráis” lo cual suponía una enseñanza durísima que dio sus frutos en la figura de un chaval irrepetible nacido en el pueblo serrano de Galapagar, el mismo pueblo donde un hombre de campo, tratante de ganado, salvó lo que quedaba del encaste Albaserrada de desaparecer cuando todo estaba preparado para mandarlo al matadero.

La figura de Corbacho estuvo vinculada durante un tiempo a la familia del ganadero y por esa vía y dada la confianza que tenían en él, decidieron enviar al entonces adolescente José Tomás a México para que allí, en casa del ganadero José Chafick, comenzara la forja de una figura del toreo que casi roza la mitología de ese arte que es la Tauromaquia.

La filosofía del torero frustrado por los manejos del ‘sistema’ marcó a Corbacho y le convirtió en un asceta del toreo, pues sabía que para mandar en el difícil mundo del toro, había que dar al toreo algo distinto y hacer lo que los demás no hacían, pisar unos terrenos inverosímiles en los que de verdad te la juegas a nada que te equivoques. Moldeó una figura indiscutible inculcándole una ética del toreo sin trampas, fue una lección dura que aprobó con sobresaliente “cum laude”. Realizó un trabajo duro y consiguió lo que perseguía, crear una auténtica figura del toreo. Hoy José Tomás sigue acrecentando su leyenda y se ha convertido en un mito del toreo.

Lo intentó con otros toreros pero no lo consiguió, salvo con Alejandro Talavante que en sus inicios recordó a José Tomás. El extremeño asimiló sus enseñanzas en duras jornadas de trabajo en La Alcornocosa, la finca que Corbacho tenía en el pueblo sevillano de El Castillo de las Guardas, enseñanzas en las que todavía se nota la impronta de su maestro, en la que sólo existían dos puertas para triunfar, la del triunfo o la de la enfermería. Estos toreros nacieron al impulso de sus conocimientos y exigencia. Con él se fue una escuela única en la que su máxima principal residía en entender el toreo desde el respeto a lo que representa, como un arte único y diferente. Seguro que ahora desde la dehesa de la eternidad, estará moldeando toreros con alma y sentimiento.

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