La pincelada

No les pidamos más

José Luis Benlloch
sábado 22 de noviembre de 2014

La afición, a la que tanto recurrimos y en cuyo nombre tanto hablamos, no está hecha para quejarse, ni para sufrir. A ellos hay que darles, no pedirles, no descarguemos responsabilidades.

Lo que llamamos la afición en su versión más amplia que es la que necesitamos es por naturaleza un grupo social nacido para la diversión, para olvidar los problemas de la semana, para presumir de estatus social cuando ir a los toros significa estatus, para premiarse después de un año de duro trabajo, la afición tiene un espíritu lúdico por mucho que queramos argumentar desde el más hondo trascendentalismo, así que no le podemos pedir participación en acciones que no hacen otra cosa que incrementar sus problemas, que ya los tiene y muchos, y endurecer esa sensación térmica del momento social que a todos nos afecta. Visto así, diría que bastante hacen con pagar. Por si no tuviesen/tuviésemos bastante con la ruina de nuestros negocios o la amenaza de paro que pende sobre nuestros trabajos o en la bajada de calidad de la enseñanza o de la sanidad o con lo que le pasa a aquel amigo o al otro, ahora les pedimos que salgan a la calle o se enfrenten a los anti.

Ese tufillo de pasotismo o esa falta de reacción entre los aficionados lo comprobamos en el día a día. Recientemente con las respuestas que han tenido las convocatorias de manifestaciones, aquí y allá, que nacieron con mejor intención que tino y acabaron generando una imagen que nos infravalora. El toreo afortunadamente tiene más enganche de lo que se desprende de esa asistencia, dicho sea sin ánimo crítico, al contrario, se valora la buena intención, pero hay que tomar nota para futuras acciones y elegir mejor las armas, en este caso modelo de convocatoria y lugar. Se siente también en temporada, cuando desfilan/desfilamos mansamente, impasibles, por delante de esas hordas inquisitoriales de los anti que parecen arrancadas del medievo pidiendo la hoguera para quienes no estén con ellos y se siente igualmente con la indiferencia con que se asume la falta de atención, cuando no los agravios, de los medios generalistas. Y todo eso se traduce en la falta de público influido sobre todo por ese ambiente general, porque no crean que hay otros muchos motivos para que no vayan a la plaza si tenemos en cuenta que los toreros de hoy día no son peores que los de hace quince años, ni los empresarios más desatentos ni las plazas más incómodas. Es el ambiente, las corrientes de opinión y la inacción de los profesionales.

De todo ello se desprende que esto lo tienen/tenemos que arreglar principalmente los propios profesionales pensando en atender a los aficionados, logrando que ir a los toros sea una fiesta y no una pesadilla o una decepción. Y claro que no se arregla desde la descalificación del vecino. El tú más que tanto impera, no es una solución ni ayuda a encontrar soluciones. El cainismo con el que se gobierna, incluidos algunos medios de comunicación, menos todavía. En este país hay demasiado fuego amigo.

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