Con ese ganado, los toreros españoles van a México a pasearse, pero los toreros mexicanos no es de extrañar que se encuentren con serias dificultades cuando vuelan a España para hacer temporada.
Cuando todo hacía presumir, a juzgar por el ganado lidiado en las cuatro primeras corridas de la Temporada Grande de la Monumental de México, que la empresa Herrerías se encontraba empeñada en la tarea de buscar el toro perdido en aquellas latitudes, ayer salieron al embudo de Insurgentes seis becerrones indignos de la plaza de mayor aforo del mundo. Especialmente el segundo de la tarde, primero de Perera, no hubiera colado en el sorteo ni de la plaza de Picamoixons. Con dos platanitos metidos en los ojos y una hechuras de vaca suiza, bastante hizo el de Puebla de Prior con mantener la dignidad ante un animalito tan insignificante, entre una bronca que comenzó al asomar el bicho por la puerta de chiqueros y no cesó hasta que lo arrastraron las mulillas.
El de la confirmación de alternativa del nuevo Armillita, apenas tenía presencia para un debut con picadores. El representante de la cuarta generación de los Armillita anduvo con el a alpargatazos, suficiente, sobrado y con detalles de calidad y torería que merecían otra clase de adversario. A El Payo y a Perera les faltó toro por todos lados. Uno, que había echado las campanas al vuelo saludando el interés del toreo mexicano por recuperar el trapío del toro, se quedó más corrido que una mona.
Volvemos a los tiempos en los que, como decía mi amigo Fermín Murillo, que EPD, los toros que se toreaban en México tenían “cuernecicos de hombre”. Con ese ganado, los toreros españoles van a México a pasearse, pero los toreros mexicanos no es de extrañar que se encuentren con serias dificultades cuando vuelan a España para intentar hacer temporada aquí. ¡Claro, están acostumbrados a otra cosa!
De seguir en el tono de ayer, nuestro gozo en un pozo.
