Dignidad profesional

Luis Rivas
lunes 23 de febrero de 2015

Limeño sigue siendo el mismo que cuando se vistió por primera vez de luces. Siempre en su sitio. Manteniendo su ideal y pensamiento con duradera voluntad y pundonor. Sabiendo andar con generosidad.

En esta vida es hermoso conocer y rodearse de personas sencillas, sinceras, honestas, que sepan llegar al corazón, con sus gestos y comportamientos, como nos demuestra el maestro José Martínez Limeño. Sabe conjugar esa trilogía, que tan difícil es de llevar, a pesar de los duros golpes de la vida. Con medio siglo de matador de toros y treinta cinco años que dejara los ruedos, ha crecido con la verdad y honradez. Sigue siendo el mismo que cuando se vistió por primera vez de luces. Siempre en su sitio. Manteniendo su ideal y pensamiento con duradera voluntad y pundonor. Sabiendo andar con generosidad.

Prodigó su toreo recio, firme y asolerado, con sabor a manzanilla y el aire del bajo Guadalquivir. Puede presumir y nunca lo hizo, de haber salido cuatro veces por la Puerta del Príncipe, de ellas tres años consecutivos (1968-69-70) tras desorejar a toros de Miura. Entre sus múltiples cualidades profesionales que le llevaron a triunfar por los ruedos de España, Francia y América, destaca su entrega en el ruedo y las actitudes nobles y palabras medidas.

Sabe andar con la verdad por delante, a pesar de haber sufrido cornadas de despacho, que duelen más que las otras que parten los muslos. Aquel apaño en el sorteo de la corrida de Arranz de Sevilla, donde hubo engaño y falta de respeto, significó un golpe a su personalidad y espíritu de sacrificio. Pudo más su amor propio. No se mordió la lengua, al recoger la oreja de oro como triunfador de la corrida de Miura del año anterior, denunciando el hecho y decidiendo no torear días después. Enrabietado, supo venirse arriba, volviendo a los ruedos para seguir dando lecciones de torería y dignidad.

Sigue ligado a lo que ha sido durante toda su vida la razón de su existencia. Vive feliz con sus hijos y nietos. Para el maestro Pepe Limeño, siempre están abiertas las puertas de las casas de todos los ganaderos. Un privilegio que pocos pueden hacer gala. Cumple su labor y la confianza de importantes plazas y ferias. Los años corren y los valores permanecen.

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