La revolera

Corrida sin pipas ni bostezos

Paco Mora
jueves 23 de abril de 2015

Los cinco sentidos eran pocos para atender lo que ocurría en el ruedo. Los pupilos del ganadero de Galapagar han obrado el milagro de devolver a la Fiesta la imprevisibilidad

Los toros de Victorino han sido esta tarde una ruina para los vendedores de pipas. Los cinco sentidos eran pocos para atender lo que ocurría en el ruedo. Los pupilos del ganadero de Galapagar han obrado el milagro de devolver a la Fiesta la imprevisibilidad, tan necesaria como uno de los elementos esenciales de una corrida de toros que merezca tal nombre. Eso y momentos de evidente emoción han hecho de la novena de feria un espectáculo muy interesante.

Si a eso añadimos un cuarto toro de lujo, la corrida de hoy en la Maestranza ha significado un espectáculo de primer orden. No hay toro de Victorino fácil, pero el segundo del lote de Antonio Ferrera, aun exigiendo las credenciales, como todos los de su estirpe, ha sido un gran rival para el extremeño que está en un momento pletórico como lidiador. Lástima de espada, porque el triunfo podría haber sido espectacular. Así y todo, la faena de Ferrera, por su valor, clarividencia y apuesta firme ha sido digna de un torero en sazón que no tiene motivos para envidiar a ninguna figura de postín. Con momentos de belleza seca y sin alharacas, el trasteo de Ferrera ha dejado huella en el albero sevillano.

El Cid ha bailado con la más fea, pero no por eso se le ha arrugado el ombligo. En el segundo y en el quinto de la tarde ha peleado con perfecto conocimiento de lo que tenía delante. No en vano es un especialista en los toros de esa ganadería. El triunfo no fue posible pero abandonó la arena dejando atrás la sensación de una tarde muy digna.

Escribano crece por días. Sobre todo con las banderillas, ha limado muchas aristas y hoy por hoy pude presumir de ser un magnifico rehiletero. El par del quiebro por los adentros estuvo a punto de costarle un disgusto. A su primero, un toro que tenía sus intríngulis, y sobre todo exigía mucho valor para pisarle los terrenos en los que estaba dispuesto a embestir, le arrancó una oreja de ley. Manejó la izquierda con solvencia toda la tarde y con la espada fue expeditivo. Más de tres cuartos de plaza. Sin menospreciar a nadie, se me antoja que quienes han estado a punto de llenar esta tarde la Maestranza han sido los “victorinos”.

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