Nació en Colmenar de Montemayor (Salamanca) en 1944

Fallece en Salamanca el matador Agapito Sánchez Bejarano

Al complicarse una enfermedad que arrastraba desde hace años
Paco Cañamero
lunes 25 de mayo de 2015

El matador de toros Agapito Sánchez Bejarano falleció este domingo, 24 de mayo, en la ciudad de Salamanca al complicarse una enfermedad que arrastraba desde hace años. Nacido en el pueblo salmantino de Colmenar de Montemayor el 16 de junio de 1944, fue un elegante torero que brilló a finales de la década de los 60 y principios de los 70 del pasado siglo. Entonces enamoró con la elegancia de su verónica y el arte de su la espada, aunque las cornadas destiempo le impidieron ser figura.

Agapito Sánchez Bejarano fue un torero charro al que reverenció el Madrid de finales de los sesenta. El que cautivó a esa plaza desde que se presentó de novillero y triunfó con tanta fuerza que dio la vuelta a España con el sello de su calidad. Porque Sánchez Bejarano, apoderado por el maestro Manolo Escudero, brilló gracias a su excepcional capote y su contundente espada. Tantas expectativas hicieron posible que el 24 de mayo de 1967, en plena Feria de San Isidro, tomase la alternativa, con todas las bendiciones a sus favor. De padrino nada menos que su paisano El Viti y de testigo Tinín. El buen ambiente hace que al día siguiente la empresa lo recompense con una sustitución y corte una oreja a un toro de Higuero, con Rafael Ortega y Curro Romero como compañeros de terna. Su nombre como novedad torera de gran referencia hace que ese mismo año sea acartelado en la corrida de La Prensa, la más importante de la temporada –tras la Beneficencia- y se lleve la disputada Oreja de Oro. Aún así su carrera no fue fácil y la contrariedad de las cornadas, como las injusticias de los despachos nunca acabaron por darle el sitio que mereció, más alto acorde con su arte.

Apartado del toreo en 1979, hace varios años regresó a sus orígenes de Colmenar de Montemayor, hermoso pueblo al lado de Béjar, ya entregado únicamente a su familia y las aficiones. Entonces ya casi no le gustaba hablar de toros, ni la chavalería era consciente de que aquel señor de elegante porte fue un destacado torero medio siglo atrás. Torero que muchas veces rozó la perfección a la verónica y en la suerte suprema y se acarteló con las grandes figuras de la su época en unos años que Madrid se enamoró de su arte.

Se enamoró de aquel diestro que, inicialmente, tuvo la ayuda de aquel gran catador de toreros y excepcional personaje como fue Pepe “El Mirabeleño”, quien le dio el empujón para ascender en su profesión y lo puso en manos de Manolo Escudero, quien lo apoderó en sus años más brillantes. Entonces gozó de mucho nombre gracias a su brillantez. Aunque su mayor éxito lo pagó con un caro peaje. Ocurrió cuando fue a sustituir a Palomo Linares a Madrid, que estaba convaleciente de una cornada y salió en hombros. Aquel día Manolo Escudero quiso cobrar a la empresa de Madrid el mismo dinero que tenían contratado a Palomo y en el tira y afloja acabaron pagando, pero a Sánchez Bejarano la empresa de Madrid lo quitó de las grandes ferias.

Tuvo que bregar con corridas duras, con dolorosas cornadas a destiempo y una hepatitis que mermaba sus facultades por lo que un día decidió irse para no volver. Pero quedaba en el recuerdo el sabor de su elegante verónica, las muchas tardes que dejó la impronta de su toreo, su sentido de la responsabilidad, los éxitos en Barcelona y otras muchas plazas como su capacidad profesional, pero contra todo pronóstico no fue figura.

Discreto y caballeroso, era un hombre reservado y siempre oyente que escuchaba a quien acudía a verlo, como también a los amigos y seguidores de su arte. Con todos mantenía su saber estar, pero también una vinculación justa con los toros. Porque fueron muy pocos los actos en los que se dejó ver cuando se cortó la coleta en 1979. Aún así queda el recuerdo de sus elegantes verónicas y la sobriedad de la que hizo gala quien estuvo llamado para ser figura. De Agapito Sánchez Bejarano.

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