La revolera

La Fiesta está amuermada

Paco Mora
miércoles 01 de julio de 2015

Si surgieran dos toreros capaces de agitar el ambiente taurino como lo hicieron Joselito y Belmonte, y hasta un “rara avis” como El Cordobés, que traspasó los límites del toreo para convertirse en un fenómeno social, quizás los tendidos volverían a vibrar.
El toreo se encuentra afectado también por la incertidumbre política, que gravita sobre toda Europa en general y sobre España en particular. Ese no saber lo que nos deparará el futuro más inmediato, es un peso que nos retrotrae el clásico pesimismo español, causa de tantos de nuestros males a lo largo de la Historia. En otros momentos en que la nación española sufrió de esa endémica enfermedad, propia de nuestro carácter, capaz de hacernos pasar de la euforia más exacerbada al muermo paralizador, al final siempre salió a relucir el tan característico: “¡Chifla, chifla, que como no te apartes tú, yo no me aparto!”, del baturro del cuento que caminaba, desafiando el peligro, a lo largo de la vía del tren.

Pero ahora nos ha cogido el “dengue” cansados, desarmados y sin capacidad de reacción. Estos tiempos nuevos, en los que todo lo que nos resultaba familiar ha saltado hecho añicos por los aires, nos están pesando como una losa en el ánimo. Y eso se nota en los tendidos de las plazas de toros, en los que la emoción resulta un bien cada día más escaso. Ya lo dijo Ortega, el filósofo claro, no el torero: Los tendidos de las plazas de toros son el reflejo del ánimo de los españoles.

No digo yo que podríamos volver a los tiempos en los que los aficionados eran capaces de vender el colchón para comprar el abono de la feria. Entre otras cosas porque hoy te venden un colchón de lujo por 12 euros al mes. Y tampoco, pese a la crisis, vive España en un magma de miseria como el de los comienzos del siglo XX. Pero se me antoja que si surgieran dos toreros capaces de agitar el ambiente taurino como lo hicieron Joselito y Belmonte, y hasta un “rara avis” como El Cordobés, que traspasó los límites del toreo para convertirse en un fenómeno social, quizás los tendidos volverían a vibrar y se hablaría de toros hasta en la tertulias televisivas y radiofónicas, hoy acaparadas por otras coletas más bien antitaurinas.

E incluso si ese José Tomas que se administra en pequeñas dosis y muy de tarde en tarde, aceptara el reto de medirse con todo el escalafón, como corresponde a su pretendida condición de figura, posiblemente volvería la euforia y la emoción a los tendidos y hasta periódicos y revistas, quizás, y sólo digo quizás, dedicarían algún espacio a la que todavía sigue siendo nuestra Fiesta más nacional. Pero mientras tanto, la temporada está discurriendo en un peligroso estado de nirvana.

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