La página de Manolo Molés

Nos jugamos el futuro

Manolo Molés
domingo 23 de agosto de 2015

¿Qué hacemos además del Tancredo? Pues cualquier cosa menos tomar una decisión rotunda y consensuada. Y eso que tenemos la razón y nos tragamos el sapo. Si fuéramos culpables nos fusilarían al amanecer.

Sí, son cuatro gatos y dos perros pero están muy organizados. Y los dos o tres cabecillas, con el holandés Peter como activista general, traen de cabeza a millones de aficionados a los toros. Cuando pasa esto es que algo falla en el sistema de defensa de la afición. Y más si a esto unes algo que hemos venido censurando desde hace años pero que no pierde vigencia. Las televisiones, con pseudo periodismo que vende píldoras efectistas, ocupan la mayor parte de un telediario en chispazos llamativos que permitan a la postre una audiencia que no desdiga de la competencia. Y ahí los toros tienen su otra condena. Y pasan dos cosas. Una, ya muy cantada, que dediquen más tiempo a cuarenta protestones que a diez mil que entran en la plaza. Esa desigualdad es una de las injusticias del periodismo-venta-audiencia como sea.

Hay otras teles que optan por compartir palabras de los antis con palabras de los pro. Y ahí sale una ensalada en la que siempre ganan los enemigos. O venga toros en la calle, o embolados, o en el muelle, contando únicamente lo más chusco y nunca el sentido real de lo que es el gran sentimiento del bou al carrer. Una gran fiesta, un enorme esfuerzo, una contribución generosa y mayoritaria a la Fiesta a través del elemento principal: el toro. Pero no para uno sino para todos, para un pueblo. Y eso que es admirable lo convierten en mierda porque no lo explican y si lo hacen es peor.

Pero volvamos a la Fiesta en la plaza. El holandés Peter y su escaso y bien aleccionado ejército han encontrado una mina en la Fiesta. Hacen lo que quieren, insultan, amenazan en sus gritos a los que entran a una plaza (ahí hay expresiones que justifican una detención) y cumplen el papel de secundarios del cabecilla holandés. Ellos salen en la tele y Peter se tira al ruedo todos los días y remata la jugada.

Si en fútbol un tipo se tira al campo y le pega una patada a un balón se la busca. Aquí salta con el toro, ya muerto claro, hace lo que le sale de las pelotas y no pasa nada. Sí pasa: activa, alimenta y propaga el ambiente antitaurino que asumen algunos neopolíticos de la izquierda radical. Y ya nos han jodido. Nos joden siempre.

Un argentino llamado Anselmi, otro espabilado, nos montó el lío de la prohibición en Cataluña y nos la comimos con la colaboración de aquel tripartito bajo intereses que unió a lo peor de la grey política de Cataluña. Y ahora, un holandés bien cebado económicamente puede bastarse para alimentar un sentimiento animalista que está haciendo mucho daño y poniendo en cuestión la Fiesta en la sociedad y en la política.

¿Qué hacemos además del Tancredo? Pues cualquier cosa menos tomar una decisión rotunda y consensuada. Y eso que tenemos la razón y nos tragamos el sapo. Si fuéramos culpables nos fusilarían al amanecer. Hay dos vías que valen: una, la judicial, que no impide sino que se completaría con la de una gran manifestación a nivel nacional. El otro día en la radio sólo dos personas vieron claro el camino. Una, Carmen Calvo, gran aficionada, socialista, ex ministra de Cultura, que marcó perfectamente la senda legal a seguir. Y eso es esencial. Y luego, Sebastián Castella. Sus palabras, su carta al mundo, marca la auténtica y necesaria rebelión profesional y popular. Si fuéramos capaces de lograr esa unión con toda la torería al frente y con toda la afición al lado, los políticos se iban a ir por la pata abajo. Porque lo único que les jode y les asusta son los votos. Y votos es gente. Y si fuéramos todos y tantos se acababa la historia a más de la vía jurídica. Lo que les acojona son los votos. Esa es la fuerza.

Sólo eso. A razones no atienden. A la historia, menos. Les importa un coño que talentos de la izquierda intelectual defendieran la Fiesta. Picasso, Lorca, Alberti y mil más les importan un coño. A Federico lo fusilaron por rojo y maricón los salvajes de la extrema derecha. Ahora lo defenestrarían los del otro lado. Aquí no paramos de fusilar. Y me temo que otra vez nos quedaremos a medias. Ojalá no. Ojalá la unidad llegue y la razón y la mayoría gane al disparate y a la minoría organizada y vociferante.

Francisco Rivera Ordóñez “Paquirri” ha podido morir. Como murió su padre. Y estos descerebrados lo celebran como una venganza y una victoria. Están de psiquiatra pero no les toméis a broma. Son pocos y no tienen razón pero sobreviven a nuestra pereza. Castella tiene razón. Toda la razón. Y la afición está preparada. No la defrauden los taurinos. Hay que moverse ya.

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