A Carbonell y su cinismo, el de “Toreros Muertos”, cuyas perlas en la red son propias de una concejala podemita, se le presenta como un intelectual en La Malagueta. Somos unos primos.
Se encabritó la temporada. En una semana el infortunio recordó al mundo entero la debilidad del hilo del que pende la vida de los artistas, en este caso de los toreros, ese margen incontrolable e ingobernable en el que cuando un toro te levanta los pies del suelo iguala a ricos y pobres, a figuras y meritorios, una realidad que a veces, con demasiada frecuencia, olvidamos. Cayó Rivera, cayó Fortes y de qué manera, cayeron Marco, Amores, Galdós, Orozco… el precio de la autenticidad sigue estando muy alto.
Y en ese ambiente de preocupación arrancó Cuenca con una gran corrida de Daniel Ruiz y un gran Juli y se consumó la Feria de Málaga, con buena asistencia, ese es ahora mismo el mayor triunfo, con la confirmación de un excelente Talavante, el despertar de Vega, la reafirmación de Perera, la genialidad de Morante, el valor de López Simón… Gran plaza la Malagueta, gran feria, en la que a diario se debate lo natural y lo impuesto, la claridad mediterránea y la sequedad hosca de evidente extracción foránea. Ese rigor extremo le sienta a Málaga como el disfraz de aficionado a Pablo Carbonell, sí el de “Toreros Muertos”, que tuvo valor y cinismo para contestar en calidad de amigo de un torero, con cierto balbuceo eso sí, a los compañeros del Movistar Plus Toros que le preguntaron. Naturalmente no se desdijo ni se arrepintió de sus tiempos de componente de la banda ni de sus alegatos recientes contra la Fiesta, diría que propios de una concejala podemita. Como aquel en el que pedía disculpas por haber bautizado su banda como “Toreros muertos” cuando manejaban otras opciones como “Toreros asesinos”, o “Toreros hijos de puta” o “Los horteras Cano”. Sus perlas en la red son más extensas y variadas pero sirva ésta como muestra. No importa mucho, sólo lo digo para que nadie vaya a confundirse y lo califique de genial. De momento se le quiere presentar como intelectual en los toros. ¿Somos unos primos? Quizá unos papanatas.
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