La revolera

Naturales de ensueño

Paco Mora
miércoles 16 de septiembre de 2015

Fueron dos docenas de naturales inolvidables. La tarde del 16 de septiembre de 2015 pasará a los anales de la historia de la plaza albaceteña como la de los naturales de José Maria Dols Samper.

Penúltima de la Feria de Albacete. El quinto toro de la tarde no quería saber nada por el pitón derecho, pero por el izquierdo se encontró con la muleta de un Manzanares inspirado que le instrumentó un manojo de naturales que arrancaron a tocar a gloria a las campanas de la Catedral de San Juan. Lentos, suaves, aterciopelados, cada uno mejor que el anterior. Verdaderas joyas del arte de torear. Con la muleta arrastrando por la arena, a dos centímetros del hocico del toro, aquello era gloria bendita. La plaza se puso en pie y enronqueció con sus oles tan largos como los muletazos del Petronio de la elegancia torera nacido a la sombra del Benacantil. Fueron dos docenas de naturales inolvidables. La tarde del 16 de septiembre de 2015 pasará a los anales de la historia de la plaza albaceteña como la de los naturales de José Maria Dols Samper. Luego, a la hora del descabello, el toro “agradeció” –maldito sea- a su matador el honor de utilizarlo como lienzo para pintar tan extraordinaria obra de arte con un tremendo volteretón que olía a tragedia.

Llego a casa y me encuentro con la noticia de que la señora Carmena, alcaldesa de Madrid, ha querido tranquilizar a los “taurinos” en su conferencia del Siglo XXI de Madrid, diciendo que no va a prohibir los toros. Que no se tocarán “y si se tocan será para mejorarlos”. Por favor señora Carmena, no mejore la Tauromaquia, déjela como está. Pero en último caso, si quiere mejorarla, saque un abono de barrera, y cuando llegue el próximo San Isidro vístase de manola, colóquese la peineta y la mantilla y ocupe su localidad. Allí estará usted entre caballeros y señoras y seguro que cuando la descubran la obsequiarán con una ovación de lujo. Cualquier otra mejora que venga de sus aledaños puede ser un peligro para la Fiesta que los aficionados no “podemos” consentir. Como estará usted comprobando este largo y peligroso verano, es mucha la sangre derramada por esas plazas de toros de Dios como para que nadie quiera meter la cuchara en un olla a la que no ha sido invitado.

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