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La primera comunicación

Carlos Ruiz Villasuso
sábado 28 de noviembre de 2015

El toreo es utópico. Sus valores son utópicos. Pero lo son porque son reales. Son ciertos. Creíbles por siglos de ejercicio. Prefiero usar el término “utópico” a decir que el toreo es verdad, porque cada cual tiene su verdad…

El toreo es utópico. Sus valores son utópicos. Pero lo son porque son reales. Son ciertos. Creíbles por siglos de ejercicio. Prefiero usar el término “utópico” a decir que el toreo es verdad, porque cada cual tiene su verdad. Todas legítimas. La verdad (todas y cada una de las que puedan existir) nos conduce a una quimera. La utopía desemboca siempre en una certeza. Sin embargo, el toreo se empacha de hablar de verdad o de pureza, conceptos relativos y opinables que, para ser ciertos, han de ser impuestos. Imponer mi “verdad” superior, imponer mi “pureza” superior. Las otras verdades son mentira. Las otras purezas están contaminadas. Se torea de verdad y con pureza de una forma y sólo de una forma. Las demás no sirven.

No crean que esta cuestión es un juego de palabras. Y si lo es, es de forma más patética. Un chaval que quiere ser torero, pongamos de diecisiete años, intenta hablar con un lenguaje abominable para su edad. Es un niño que habla como un eco de viejos: pureza, verdad, sueño… Ningún aspirante a Picasso habla así. Ningún adolescente que trata de ser Cervantes habla así. Son una especie de tópicos austeros fuera de lugar, que les aleja de los demás adolescentes de su generación. Y esa es una tarea de imagen y de comunicación a tener muy en cuenta. Porque los primeros en llegar a los adolescentes son los adolescentes toreros. Están en el mismo parque, en la misma escuela, en el mismo autobús.

Usar esa terminología, hablar a un igual con palabras redundantes, de contenido relativo, opinable… es comenzar a desinformar, a no comunicar. Si decimos que el toreo ha de entrar en la naturalidad del día a día, un joven de esa edad no habla así. Ni se expresa así, como un hombre de 30 años. Incluso ese lenguaje que usan algunos toreros (soñar el toreo, soy muy puro…) tratando de expresar una transcendencia impostada, nos aleja aún más de la realidad, de la sociedad. Ya nadie se expresa como Sancho o como Alonso Quijano. Puede que la honorabilidad, la nobleza y términos de alrededor, sigan siendo parecidas hoy a la época de El Quijote, pero no pueden expresar como antaño: epatamos y espantamos.

Ahora que se está trabajando en comunicar, espero que se tenga en cuenta la comunicación básica. La del entorno, la de las generaciones más nuevas que conviven con sus iguales en edad cada día. Todos los meses del año. Ese primer contacto generacional es tan importante, que de ahí parte que la Tauromaquia sea vista en la sociedad como algo “natural” del español. No podemos educar y formar a niños toreros para que hablen con la terminología afectada y tantas veces hueca que jamás usa un adolescente. Porque seremos nosotros los que estemos fabricando el ghetto, el apartheid, la automarginación.

Comunicar es, por supuesto, el uso del bien escribir, de la buena narrativa, del buen discurso. Es más, sólo estos componentes que menciono, que parten del buen trato cultural y del bagaje cultural y social de quien escribe o habla, son capaces de colocarse al lado de cualquier comunicar de otro sector. Porque el toreo tuvo a Corrochano, a Clarito, a unos cuantos muy buenos y muy cultos. Los leo ahora y apenas veo un tópico impostado sino discurso argumental escrito y expresado con un atractivo y una gran calidad. Pongo un respetuoso ejemplo: hay quien escribe en diarios de sello histórico cuya edad, formación y talento son las antípodas del siglo actual. Bueno, creo que incluso hace un siglo estaría en las antípodas. Pero se acepta como aceptamos que un adolescente ponga cara de inmolarse y hable de la pureza, de la verdad y de esas palabras que tienen contenidos tan profundos y densos que ni la historia de la filosofía ha podido delimitar.

Prefiero decir que el toreo es utopía. La utopía. Nos dijeron que las ideas de Platón o Tomás Moro, utópicos los dos, eran idealismo irreal. Y es mentira. Puede haber mentira en una supuesta pureza y sabemos que hay verdades que sólo son una mentira. La utopía es la semilla de la evolución. Es la búsqueda del ser mejor. Y no hay nada que lleve, siglos y siglos, evolucionando hacia ser mejor que el toreo.

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