La crónica de Benlloch en Las Provincias

Los nuevos gallos no defraudan en Castellón

José Luis Benlloch
domingo 06 de marzo de 2016

Desde la cortesía personal, se brindaron, se devolvieron los brindis, se estrecharon la mano, se sonrieron, pero no cejaron las escaramuzas ni las réplicas. Se arrimaba uno y contestaba el otro en su toro con más de lo mismo.

En Castellón se anunciaba pelea de gallos jóvenes. Es el argumento clave de la temporada. Y no defraudaron. López Simón y Roca Rey se enzarzaron desde el primer momento. Fue un duelo a cojonazo limpio y disculpen la vulgaridad pero es lo que fue. Desde la cortesía personal, se brindaron, se devolvieron los brindis, se estrecharon la mano, se sonrieron, pero no cejaron las escaramuzas ni las réplicas. Se arrimaba uno y contestaba el otro en su toro con más de lo mismo. Se plantaban en la arena y ya podía chiflar el juampedro que no se apartaban y eso, quieras que no, ahora y siempre, emociona, que es lo que hace falta que suceda en la plaza, emoción. Y si al final de la tarde la cosa en lo artístico no fue más allá, fue porque los juampedros dejaban pronto de chiflar o se cambiaban los papeles naturales y eran ellos, los toros, los que se asustaban de aquel avasallamiento territorial.

La plaza registró una entrada rozando los tres cuartos, el público sacó a saludar a los dos matadores apenas las cuadrillas habían roto filas y el detalle que denota buena predisposición ya hace tiempo que va cobrando fama de mal augurio. Por esta vez la cosa no fue más allá salvo si obviamos el juego de la corrida, que sacó nobleza a raudales pero poco empuje, de tal manera que cabe pensar que era a contra estilo del toreo de estos chicos que atacan y atacan sin más reservas a diferencia de otros maestros, los de la víspera mismamente, que tienen el oficio de darles tiempo, mimo y distancia. Pero lo de ayer estaba claro, así lo exigía el guión, era ataque y ataque y el que no aguante que se quede atrás y por esta vez los que se quedaron fueron los toros.

López Simón fue el vencedor. Cortó dos orejas, el presidente le negó una tercera y alguna más se hubiese llevado si las espadas no hubiesen caído bajas pero entrando a la distancia que entra a matar no es extraño que se le vayan donde se le fueron ayer. A su primero, un toro de capa melocotón, que resultaría el mejor, lo toreó con firmeza y frescura, le aguantó un parón y la plaza saltó como un resorte para recordar que hay fórmulas que no pierden efectividad. En su segundo mantuvo la postura, quietud y agallas, y acabó poniendo la emoción que no ponía el toro al que le faltaron finales y otro tanto sucedería en el quinto, al que arrancó una faena con gran arrimón final después de un quite por faroles de rodillas rematado con un farol de pie lentísimo.

Roca Rey, que cortó una oreja, recibió a su primero con una sorpresa, unas cordobinas inesperadas y toreras que pusieron al público en alerta máxima. Luego vinieron las rogerinas, los faroles, las chicuelinas imposibles y toda suerte de lances surgidos de ingeniosos giros y fantasías. El peruano hizo toreo juvenil y vistoso con la capa y con la muleta, aderezado con golpes de valor, avasallamiento del terreno de los toros que ayer dieron pronto por perdida su batalla con los nuevos gallos. Rey, como Simón, no se quitó del camino de los toros en ningún momento y al final sucedía lo que les dije al principio, que se quitaba el toro. La fórmula tiene grandes ventajas, emociona, que no es poco, y algún inconveniente, que alguien piense que es fácil o acabe pareciendo reiterativo, pero a lo mejor, Dios lo quiera, para entonces ya están ricos. Ahora, los dos, Rey y Simón, están en su papel. Las exquisiteces igual son para otro tiempo. ¡Ah! En Fallas más.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 6/03/2016

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