La revolera

Manzanares hace historia

Paco Mora
miércoles 01 de junio de 2016

El quinto tuvo la suerte de caer en las manos de un torero tocado por la varita del arte, y ha sido arrastrado sin orejas y ha estado a punto de quedarse sin rabo. El público siguió pidiéndolo cuando los dos pañuelos blancos ya colgaban en el balconcillo presidencial. Catarsis en los tendidos que se han encontrado con el torero que su padre soñaba.

José María Manzanares ha hecho historia en Las Ventas este día uno de junio de 2016. El quinto de la tarde ha tenido la suerte de caer en las manos de un torero tocado por la varita mágica del arte, y ha sido arrastrado sin orejas y ha estado a punto de quedarse sin rabo. El público siguió pidiéndolo cuando los dos pañuelos blancos ya colgaban en el balconcillo presidencial. Catarsis en los tendidos que se han encontrado con el torero que su padre soñaba. Y allí arriba, dos Manzanares, el padre y el abuelo, sonreían felices…

La Puerta Grande ha sido apoteósica, y en ella le ha acompañado López Simón. Manes de Lagartijo y Frascuelo, de Joselito y Belmonte, de Manolete y Pepe Luis Vázquez. Tanto monta monta tanto el valor como el arte. “Todo es música” decía Beethoven, pero no se puede negar que una cosa es la Quinta Sinfonía del genial sordo y otra El Submarino Amarillo de los Beatles. Que el arte del toreo bajó del cielo pocas veces se ha hecho tan patente como hoy en Las Ventas.

Ya con el capote, las muñecas de algodón del alicantino han diseñado verónicas suaves, profundas -déjenme que me ponga cursi-, auténticas verónicas de alhelí que soñaba el poeta. Pero donde ya se puso a “padrear” y comenzó el concierto fue en un quite por chicuelinas con el que la plaza rompió en olés como una sola voz: Porque no eran individuales, eran… ¡La voz de Las Ventas! La faena de muleta, con las zapatillas plantadas en la arena, templada, armoniosa, inteligente y sentida, fue la obra de un artista soberano. La estocada recibiendo, antológica. Y el escenario donde se había plasmado tanta belleza ardió por los cuatro costados.

La de Manzanares al toro de Victoriano del Río ha sido la faena de la feria, y este ciclo isidril pasará a la historia por dos acontecimientos: El toro “Malagueño” de Alcurrucén y la obra maestra de José María Manzanares en la corrida de Beneficencia, presidida por Don Juan Carlos I, acompañado por la Infanta Elena. Infanta que esta tarde, por su manera entusiastica de aplaudir a José Mari, me recordó más que nunca a “La Chata”, su antepasada en la familia real y en la afición de los Borbón a los toros.

Nota bene.- El público de Madrid ha vuelto a mostrarse injusto con un Castella que en sus cuatro actuaciones ha demostrado su categoría de figura, pese a su poca suerte con los toros que le ha tocado lidiar.

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