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Financiarse

Carlos Ruiz Villasuso
jueves 01 de diciembre de 2016

Hemos vuelto a lo de siempre, pasamos la gorra. Término que no gusta a los nuevos de la mesa nueva, pero que sólo es la mejor de las formas expresivas de formar una realidad. Porque todo lo pone el aficionado. Todo. No engañemos con falsas aportaciones. Logremos con trabajo otros ingresos, que se puede.

La Fundación del Toro de Lidia es una idea excelente, necesaria y vital, desarrollada en precario por la precariedad de la propia idea. La idea es la creación de un lobby talentoso con capacidad para influir, estructurar y vertebrar a todos los componentes del toreo en función de un mismo fin, con un plan de trabajo y la financiación requerida para ello. Actualmente hay en España unas trece mil fundaciones de las que sólo ocho mil (el 61%) están activas.

El 75% de las fundaciones las constituyen personas físicas. Solo una cuarta parte son creadas por personas jurídicas y de éstas el 66% son privadas (asociaciones, otras fundaciones, mercantiles…) y un 34%, públicas (comunidades autónomas y la propia administración central). Según la Asociación Española de Fundaciones (AEF), la mayoría de ellas nacieron con una financiación suficiente aportada por sus patronos y, al tiempo, una metodología de captación de recursos definida. Pero con un paso previo: un estudio sobre lo que se va a hacer, sobre cómo se va a hacer y, posteriormente, poner cifra al qué y al cómo.

La FTL es una idea vieja que viene a sustituir a todos los intentos de estructurar un sector que terminaron en pedazos y con los taurinos a gorrazos entre sí en gran parte por lo mismo de siempre: la financiación. En parte, porque, éste el quid de la cuestión, la financiación no es lo primero. Así se entendió en los primeros meses de trabajo de esta idea en una mesa. Mesa que transformó su contendido de la noche a la mañana con nuevas personas y nuevas prioridades. La original trabajaba en saber cuestiones básicas como cuántos éramos (encuesta científica del poder social y económico del toreo), trabajo sobre tauromaquias populares, aproximación a sectores del ruralismo, aportación de bases jurídicas. Es decir, elaborar una especie de Libro Blanco del debe y haber de la Tauromaquia para, a partir de saber quienes somos, decidir un plan y, al tiempo, poner precio a este plan.

Las nuevas personas de la nueva mesa jinetearon esta idea original con cierto estrés, obviaron el Libro Blanco y supusieron que ir hacia una Fundación con patronos de preboste que aportaran dinero suficiente, era la mejor solución. Solo que ni éstos patronos ni sus empresas multinacionales (léase Movistar, Endesa, Coca-Cola…) iban a implicarse más allá de una aportación personal que no tiene tantos ceros a la derecha. Es más, en la mesa original de la idea se trabajaba en cómo lograr ingresos para el espectáculo más allá del único existente, la taquilla. Cuestión vital, la más vital, necesaria, importante y urgente que tiene el toreo y que sólo podía responderse desde, de nuevo, el análisis de quienes somos, el Libro Blanco o similar.

Se pensó que la mejor de las aportaciones de estas personas destacadas en multinacionales, afines al toreo, sería la de abrir luz sobre cómo captar esos ingresos fuera de la taquilla. Quizá desde las inversiones millonarias en publicidad que esas empresas dejan en otros espectáculos, actividades o manifestaciones culturales o de ocio. Una pequeña parte de esas aportaciones. No se les pedía tanto el dinero de su bolsillo, como la forma de conseguir más recursos. No una caridad para comprar pan, sino una estructura para hacer un molino que nos permitiera hacer nuestro pan. La nueva mesa no consideró esta idea ni como importante ni como urgente. Y resulta que lo era.

Por una perogrullada económica básica. Si la muerte de cada intentona había sido la cuestión de “quién pone”, lograr ingresos importantes para el espectáculo fuera de la taquilla era básico. Más ingresos, más capacidad de financiación. Otros ingresos, única capacidad de financiación. Resuelto del problema. Era eso o que los patronos de renombre pusieran altruistamente la cantidad necesaria. Pero nada de eso ocurrió. Y, al final, hemos vuelto a lo de siempre: a José Tomás, como cuando la Plataforma, como cuando la CAPT, cuando La Mesa… Usufructuamos a un muerto. Pasamos la gorra. Término que no gusta a los nuevos de la mesa nueva, pero que sólo es la mejor de las formas expresivas de formar una realidad. Porque todo lo pone el aficionado. Todo. No engañemos con falsas aportaciones. Mientras el toreo viva de la taquilla y sólo de la taquilla, no le pidamos más al público porque todo sale de él. Logremos con trabajo y talento otros ingresos, que se puede. Hagamos ese Libro Blanco que nos diga cuánto ingresó en los últimos 30 años La Maestranza y pidamos lo nuestro, y a la MECA, y al Ayuntamiento de Pamplona y a los hosteleros y restauradores que se lucran del toreo… hagamos eso. Y si no llega, nos lo piden, que lo ponemos.

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