La imprevisibilidad del toreo es superior a la de cualquier otro arte. Nunca se sabe cuándo puede surgir un artista singular capaz de arrollar y subyugar a las masas. La actuación de Antonio Ferrera en la Feria de Abril de Sevilla ha sido genial. Y ha impactado más si cabe, por venir de un hombre considerado durante muchos años como un torero valiente, batallador, alegre y bullidor, que encajaba perfectamente en el escalafón como un espectacular matador-banderillero, acartelado en la mayoría de sus actuaciones con las corridas duras.
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