LA ESPINA

En Madrid también falla el toro

Paco Mora
lunes 29 de mayo de 2017

En este San Isidro, se está confirmando lo que casi dio al traste con la feria de Abril de Sevilla. Cuando se lidia una corrida dentro del peso adecuado a su morfología, puede resultar más o menos brava y encastada, y hasta más amarga que la tuera, pero al menos se mueve y los toreros pueden batallar con ella intentando poderle, que es al fin y a la postre la esencia del toreo. Y hasta es posible que no se corte una sola oreja, pero el público permanece atento a lo que ocurre en el ruedo durante toda la tarde. Y sale de la plaza pensando: “Yo no me pondría ahí abajo por todo el oro del mundo”. Que esa es la grandeza de los toreros, que son seres singulares y distintos porque se juegan su integridad física con lo que aparece por los chiqueros. Y ese respeto es lo que los convierte en ídolos del pueblo.

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