La revolera

¡¡Qué aburrimiento!!

Paco Mora
jueves 01 de junio de 2017

Tarde de decepción, por culpa de un hierro que piden las figuras sabiendo que no les va a embestir. Ellos no ignoran los encastes que les pueden dar triunfos grandes y meritorios. Pero jugándosela y poniendo sobre la arena todo su valor, arte y conocimientos. Y claro, pensarán ellos: ¡Así cualquiera!…

Jueves, día 1 de junio. Las Ventas del Espíritu Santo. Otra dosis masiva de “juampedros” que se han ganado el derecho de no volver a Madrid en siete u ocho años, que es el tiempo que necesita una ganadería para fundirla como se funden las campanas. Ya no cabe la excusa de la casualidad ni la mala suerte. Es simplemente que este hierro está absolutamente podrido e inservible, y no sólo para la primera plaza del mundo, porque el sábado pasado en Córdoba, con menos edad y menos kilos, fueron también un fiasco. Mansurrones, descastados e inmóviles, los de Juan Pedro no embisten mínimamente, sólo topan y pegan hachazos por arriba quedándose debajo de las axilas de los toreros. No valen ni para una faena de aliño sobre las piernas

El público se ha aburrido a placer, y lo estaba tanto que ni siquiera ha montado la parda que hoy hubiera estado más que justificada. Seguramente ha ido a la plaza resignado sabiendo lo que iba a ver. Pero aquí hay unos culpables que conocen perfectamente a lo que se van a enfrentar. Los toreros que pueden exigir, y exigen esos gatos maulas esperando que alguno se les mueva al ralentí y puedan hacerle cuatro cucamonas con las que poder engañar al personal. Pero ya ni eso es posible a estas alturas, con semejantes ejemplares que de bravos sólo tienen el nombre.

Sólo el remiendo de Criado se ha movido lo suficiente para que Cayetano le hiciera un faena suave y confiada, con naturalidad y ciertos detalles de calidad, pero sin garra, porque tampoco el animal daba para más. El confirmado Galdós, voluntarioso y apuntando buenas maneras con capote y muleta, ha naufragado con honor ante tan inservible material. A Manzanares, sobrado de facultades y queriendo hacer el buen toreo que lleva dentro, le ha sido imposible lograrlo, porque cuando uno no quiere dos no se pelean. Y sus oponentes salieron absolutamente vencidos sin lucha, dispuestos de antemano a la rendición sin condiciones. Tarde de decepción, por culpa de un hierro que piden las figuras sabiendo que no les va a embestir. Ellos no ignoran los encastes que les pueden dar triunfos grandes y meritorios. Pero jugándosela y poniendo sobre la arena todo su valor, arte y conocimientos. Y claro, pensarán ellos: ¡Así cualquiera!…

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