Me lo recordaba hace unos días un amigo, que sabe de las cosas del toreo “más que la paloma azul”: “Estamos a punto de entrar en una espiral como la que condujo México a una crisis de la que todavía no se ha recuperado del todo”. Efectivamente, basta echar la vista atrás para comprobar que el escalafón de toreros mexicanos, en los años que siguieron a la retirada del “ciclón” Carlos Arruza, fue envejeciendo y en la medida que los Silverio Pérez, Garza, Calesero, Capetillo, Rivera, Joselito Huertas, Jesús Córdoba, Velázquez y todos los que formaban parte del mismo cumplían años, los toros bajaban de edad, peso y trapío hasta convertir las corridas en auténticas becerradas. Sin renovación en el elenco de matadores, el toreo se fue minimizando para ponerlo al alcance de las facultades de quienes lo ejecutaban.
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