La revolera

Rubén Pinar mereció la puerta grande

Paco Mora
viernes 14 de julio de 2017

Ha estado delante de dos “miuras” sin acordarse del hierro trágico de los toros de Zahariche. Y los ha tratado como si fueran “juampedros” o “zalduenditos”, sin importarle los gañafones ni que uno de ellos tratara en varias ocasiones de arrancarle la cabeza ¡Pobre de mí, se acabaron las Fiestas de San Fermín! Dicen que no son tristes las despedidas, dile a quien te lo diga que se despida. Durante diez días, el foco de la afición de todo el mundo ha estado dirigido a Pamplona. Y es que, en los “sanfermines” el toreo tiene su máxima expresión popular. La Fiesta Brava es una fiesta del pueblo, y es en la plaza de la capital de Navarra donde ese concepto alcanza su máxima profundidad. Sin el entusiasmo del pueblo, todo queda más desvaído y a veces se puede llegar hasta el bostezo. ¡Y eso no es posible en Pamplona! Quizás las cabezas pensantes del toreo deberían tratar de insuflarle esa alegría, jolgorio y diversión popular de que rebosan los “sanfermines”. ¡Nadie podría con la Fiesta de los Toros si en toda España se sintiera como en Pamplona!
El valor y la entrega tiene premio para esos bravos navarros que son capaces de echarse a las calles de Pamplona durante diez días, que para cualquier ser humano deben ser agotadores. Por eso Rafaelillo ha salido en hombros hoy y Castaño ha cortado una oreja. Es el premio al esfuerzo, que los navarros entienden muy bien, y el uno y el otro se merecían el triunfo. Pero… pero esta tarde, última del serial, ha habido en el ruedo un hombre con un mérito enorme, que hace pensar en él como un torero capaz de situarse entre los que tienen derecho a estar anunciados en todas las ferias importantes del año taurino. Ese hombre es el albaceteño Rubén Pinar.
¿Y saben por qué? Porque ha estado delante de dos “miuras” sin acordarse del hierro trágico de los toros de Zahariche. Y los ha tratado como si fueran “juampedros” o “zalduenditos”, sin importarle los gañafones ni que uno de ellos tratara en varias ocasiones de arrancarle la cabeza. A Rubén Pinar, “el de la chistera” le ha guindado una oreja, porque visto lo visto a lo largo de la corrida, el albaceteño le ha hecho una faena el sexto que valía dos orejas de ley. Tranquilo, sin precipitaciones, sin amontonarse en busca del triunfo, que lo necesita tanto o más que nadie, ha estado toda la tarde en torero sin la mínima concesión a la galería. Ha hecho el toreo templado y pletórico de colocación y compromiso con el bueno, y con el malo, un criminal que echaba la cara arriba, buscando la yugular, lo ha lidiado como si llevara veinte corridas en lo que va de temporada. Ni ha buscado el aplauso fácil ni ha tirado de “remanguillés” ni “gurripinas”.
Sinceramente, creo que hoy el “usía” le ha escamoteado a Rubén Pinar una de las puertas grandes más merecidas de todo el serial. El público así lo ha entendido, y, pese al jolgorio en que se convierte tradicionalmente en el último toro la plaza de Pamplona, ha pedido con fuerza e insistencia la segunda oreja para el torero de Santiago de Mora. Pero, en fin, pienso que le quedan muchos “sanfermines”, y ahí está la plaza más torera del universo taurino esperándolo. Torera por popular y popular por torera. ¡Gora San Fermín!

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