La revolera

Más de lo mismo

Paco Mora
miércoles 07 de febrero de 2018

La taquilla es reina y señora del toreo, y las empresas no tienen por qué emular a Teresa de Calcuta. No han venido al mundo para hacer el bien y, por supuesto, creer que van a renunciar a confeccionar sus carteles bajo otro punto de vista que no sea el económico sería un infantilismo que a nadie se le ocurre. Si hemos de juzgar por el trasiego de nombres para las primeras ferias, que ya comienzan a hervir en el puchero de la temporada a punto de comenzar, poco van a cambiar las cosas este año. Aquí solo hay cinco nombres a cuyo alrededor gira toda la cartelería que se vislumbra en el horizonte. Ponce, El Juli, Manzanares, Roca Rey, Talavante y, a trancas y barrancas, Perera, son los únicos que pueden hacer planes para situarse en las combinaciones de toros y plazas que les convengan. En otro tono, pero también acorde con los méritos adquiridos en las últimas temporadas, Ferrera, Curro Díaz, López Simón y alguna novedad como Marín y Román podrán colocarse en determinadas ferias, eso sí, tragando con los hierros, fechas y caché que las empresas consideren adecuados a su fuerza taquillera.

La Fiesta Brava es así de cruel. La taquilla es reina y señora del toreo, y las empresas no tienen por qué emular a Teresa de Calcuta. No han venido al mundo para hacer el bien y, por supuesto, creer que van a renunciar a confeccionar sus carteles bajo otro punto de vista que no sea el económico sería un infantilismo que a nadie se le ocurre. Así, toreros artistas que ilusionan a minorías de aficionados de solera se van anclando año tras año en posiciones de supervivencia, porque cuando el arte se convierte en espectáculo se encorseta bajo le ley de la oferta y la demanda. Son lentejas, que si las quieres las tomas y si no las dejas.

Solo un caso especial, un verso suelto del toreo actual, que se llama José Antonio Morante de la Puebla, puede planear su temporada como le dé la real gana, y hacerles un corte de manga a todas las reglas economicistas establecidas bajo las que se mueve el toreo como espectáculo de taquilla. Pero claro, Morante no hay más que uno. Y cuando lo hicieron se rompió el molde.

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