La Revolera

Cabalgando el disparate

Paco Mora
sábado 10 de febrero de 2018

La política no es un juego de niños y las sandeces de quienes la practican afectan a todos los ciudadanos. En Waterloo, allí donde Napoleón perdió el gorro frente al duque de Wellington, saliendo disparado hacia la isla de Santa Elena, el bueno de Puigdemont continúa mareando la perdiz hasta extremos que más que risa ya producen compasión. Los políticos de esa Cataluña que para Cervantes fue Archivo de Cortesía y para mí tierra de hombres serios, trabajadores y honestos, tal parece que actualmente cabalgaran en ese caballo llamado “Disparate” que tiene el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. Los independentistas, que están en su derecho a serlo, mientras no vulneren la legislación vigente y respeten las normas sobre las que se asienta la democracia, actúan como si se tratara de ganar un campeonato de “a ver quien la dice más gorda”. Y claro, así solo consiguen desconcertar al personal, que cada día acusa mas el hartazgo de tantos años de empecinamiento en algo que no puede ser y, como decía Rafael “El Gallo”, “además es imposible”.

La política no es un juego de niños y las sandeces de quienes la practican, y además viven de ella, afectan a todos los ciudadanos de su ámbito de responsabilidad/irresponsabilidad. Desde Bélgica, concretamente en Waterloo, allí donde Napoleón perdió el gorro frente al duque de Wellington, saliendo disparado hacia la isla de Santa Elena, adonde murió y su corazón fue devorado por una rata, el bueno de Puigdemont continúa mareando la perdiz hasta extremos que mas que risa ya producen compasión.

En su “tocata y fuga”, el gerundense de la cabellera enmarañada está demostrando, cada día que pasa, que sus neuronas están más alteradas todavía que su pelo. Investir dos presidentes, uno en el exilio y otro en Barcelona ha sido su penúltima genialidad. Y digo penúltima porque es muy probable que antes de que este billete vea la luz ya se le haya ocurrido otra de mayor calibre. El “que se ponga el enemigo” de las conversaciones telefónicas de Gila era un “gag” serio al lado de las ocurrencias del fugitivo en cuestión.

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