La revolera

¡Justicia distributiva!

Paco Mora
viernes 02 de noviembre de 2018

En las plazas donde se celebra el rito taurino se lidian “toros-toros”, “toros” y “proyectos de sucursal de toros”. En ellas se cumple a rajatabla el bíblico “los últimos serán los primeros”. Veamos: Los matadores de la mitad para abajo del escalafón, tanto en número de corridas toreadas como en “caché”, cargan con el “toro-toro”. Los que sin ser figuras pugnan por hacerse un sitio entre ellas, se anuncian con los “toros”, que merecen la calificación de tales pero sin exageraciones. Y los que navegan en el mar de bonanza de los 160.000 a los 240.000 euros se pasan por la barriga los “proyectos de sucursal de toros”, que en ocasiones son tales porque tienen cuatro patas, dos cuernos, dos orejas y un rabo, pero por poco más.

Como se ve –perdóneseme la ironía– todo un alarde de justicia distributiva: A los ricos, más dinero y más facilidades, y a los desheredados de la fortuna… ¡Leña al mono hasta que hable inglés! ¿…? Todo esto, de lo que algunos teniamos noticia mas o menos exacta, ha quedado ahora al descubierto porque la verdad se puede ocultar por un tiempo más o menos largo, pero no por siempre. Y en esas estamos. Todo ese mejunje ha dado lugar a que se visualice una gran crisis económico-empresarial, puesto que al alzarse el telón han quedado al descubierto cifras y circunstancias altamente nocivas para la buena marcha de la Fiesta, en lo que tiene de negocio un arte que se ofrece al público previo paso por taquilla.

Suerte que hasta en las ocasiones más sombrías siempre hay alguien dispuesto a dar la cara sin rencores ni vendettas, pero en este caso empeñado en reorganizar el toreo como negocio, para hacerlo posible sin que haya vencedores ni vencidos. Pero tambien sin desigualdades irritantes como las conocidas cuando se han caído los palos del sombrajo, quedando al descubierto la cruda realidad. No puede haber una Fiesta de millonarios y otra de simples supervivientes, y no por buenísmo estético o simple progresía, sino por un principio fundamental de equidad. Simón Casas parece dispuesto a conseguir, trabajando duro y sin enfrentamientos, que el toreo encuentre, como él dice, “un nuevo equilibrio económico” que le permita sobrevivir bajo principios de justicia equitativa. ¡Suerte! Porque público y la afición también saldrán ganando con ello.

NOTA BENE.-Cuando termino este billete, leo que El Juli, uno de los toreros más importantes de los últimos veinte años, no niega la necesidad de actualizar la Fiesta de los Toros en algunos de sus aspectos, pero por consenso; previo estudio de la situación por todas las partes implicadas. O así cabe entender sus palabras. De lo que ha dicho Casas se desprende idea similar y por supuesto que el productor, si no he entendido mal, tampoco quiere oficiar de “Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como”.

Es cierto que el de Velilla de San Antonio carga más el acento en “lo del bombo” que en el aspecto económico y en la poca atención que se presta a los toreros y a las ganaderías que luchan en segunda y tercera fila, lo que hace que lo que afirma con toda la razón Julián López Escobar huele, más que a ganas de colaborar, a maniobra de distracción. A “palos en las ruedas” para que los que navegan por el mundo de los toros con la flor en el antifonario, sigan haciéndolo mientras los demás continúan viajando en el coche escoba. No tenga temor ninguno el gran torero, ni los que como él gozan de lo mejor de la Fiesta. Mientras otros muchos se tienen que conformar con las migajas de ese banquete desabrido al que no se pueden acercar ni siquiera a los postres.

Se comprende que a algunos toreros les haya sentado como un tiro al bies que se haya hecho público lo que ganan, pero no hay por qué rasgarse las vestiduras por ello, puesto que se lo tienen bien ganado poniendo en juego nada menos que la vida. Hace mucho que se publican los fichajes multimillonarios de las grandes figuras del fútbol y de otros deportes y no pasa nada. ¿Por qué el dinero de los toreros tenía que ser un arcano para el gran público? Que el toreo, en cuanto a su organización y economía, necesita un repaso y un estudio a fondo para corregir injusticias, errores y anquilosamientos, es algo innegable. Es bueno que se haya hecho la luz y que cada palo aguante su vela.

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