Ver toros en América no es como verlos en la baja Andalucía, en la ancha Castilla, en el florido y luminoso levante valenciano o mismamente en Bilbao, Zaragoza o Pamplona. ¿Para qué nos vamos a engañar? En esas plazas la cosa pinta más seria y comprometida. Pero uno tiene que reconocer que le alegra ver cómo la América taurina se va recuperando y se observan los tendidos más poblados, el ganado en su temple habitual, pero apuntando a más, y los toreros americanos compitiendo con los del otro lado del Atlántico, de tú a tú en muchas ocasiones.
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