La revolera

El Brujo de Chiva

Paco Mora
viernes 15 de abril de 2011

“La Santa Inquisición lo habría perseguido por brujo”. Es la mejor definición que he oído sobre Enrique Ponce. La frase es de un taurino que fue matador de toros y ahora es apoderado de fuste. Y tiene toda la razón…

“La Santa Inquisición lo habría perseguido por brujo”. Es la mejor definición que he oído sobre Enrique Ponce. La frase es de un taurino que fue matador de toros y ahora es apoderado de fuste. Y tiene toda la razón, porque más de veinte años sin que nadie le mueva el trono, imponiendo su ley al noventa por ciento de los toros que ha matado y manteniéndose entre los primeros del escalafón, después de matar más de cien corridas por temporada durante diez años seguidos, lo convierte en un caso único en la historia del toreo. Si añadimos que todavía se podría poner si quisiera el vestido de la alternativa, y que cuando le sale un “pregonao” por la puerta de toriles es capaz de pelearse con él como el más valiente, poderle con holgura y salir de la plaza con la ropa limpia como una patena y sin despeinarse, es como para anunciarlo en los carteles como “El brujo de Chiva”.

A algunos les irrita su difícil facilidad y, además, cuando los toreros se hacen muy ricos, hay también quienes los miran con la inquina que producen los capitalistas a los que estamos tiesos. Pero aparte de que en el fondo aquí todos somos aspirantes a ricos, hay que distinguir entre los que han ganado su dinero sus fincas y sus cortijos jugándose la femoral, la aponeurosis y el tejido celular, y los que abren un tugurio, lo rotulan como “Banco” y se sientan en la puerta de su mancebía, como la piculina de la canción, cantándonos: “Serrano, si tú me traes tu pasta yo te doy este clavel”, y sin jugarse un alamar, a base de darnos una miseria por prestársela para que negocien con ella, se hacen asquerosamente millonarios.

Tipos avariciosos que en el pecado llevan la penitencia, porque nadie hablará de ellos cuando estén muertos si no es para acordarse de sus señoras madres. Mientras, los elegidos de los dioses como Ponce pasan a la Historia.

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