Voces del tendido

Una novillada para la reflexión

Carlos Crivell
martes 01 de junio de 2010

La Fiesta de los toros es grande por todas partes. Es grande y tremendamente injusta. Viendo la novillada de Moreno Silva en el salón de mi casa pasé miedo. Hubo momentos en los que me sentí cogido por el cuarto novillo…

La Fiesta de los toros es grande por todas partes. Es grande y tremendamente injusta. Viendo la novillada de Moreno Silva en el salón de mi casa pasé miedo. Hubo momentos en los que me sentí cogido por el cuarto novillo. Experimenté sensaciones casi olvidadas. No recuerdo una novillada tan áspera en conjunto, con la nota cumbre del bronco y peligroso cuarto. En algunos momentos me indigné porque no me parecía justo que los chavales anunciados tuvieran que pasar por un trance semejante. En otros momentos, la indignación tenía otra causa. Pensaba en lo injusto que puede ser este mundo del toreo, cuando hay quienes pasan en volandas y llegan al triunfo y a los carteles de lujo sin haberse puesto nunca delante de un toro en puntas, y mucho menos delante de uno de Moreno Silva. Esta novillada es un punto de inflexión en la actualidad taurina. Es un crimen que una empresa anuncie con una novillada presumiblemente durísima a tres novilleros incompetentes. Estos toreros ni con una comercial hubieran podido mostrar alguna cualidad para el futuro. Chaves, vulgar y ratonero, y Rosales, miedoso con falso corte artístico, habían pasado hace poco por Sevilla y dejaron una pobrísima impresión. Hidalgo, tan alto que parece que ha equivocado la profesión, tiene complicado poder ser torero. Era previsible que su falta de clase y su escasa preparación fueran presa fácil para los saltillos de Moreno Silva. La empresa los mandó al infierno, pero ¿y los apoderados? Es injusto que la valoración de tres aspirantes deba realizarse con estos novillos. Aquí, o jugamos todos o se parte la baraja. Si tres indocumentados están obligados a ofrecer un espectáculo penoso en un ruedo, por ahí deben pasar todos, incluidas las llamadas figuras del toreo. No me sirve que haya toreritos que van de feria en feria sin haberse puesto delante de uno sin afeitar, cuando tres noveles deben jugársela con reses terroríficas. Si hay novillos de este comportamiento, que salgan para todos. El toro de hoy, bravo de verdad, criado para torearlo a lo grande, dista un abismo de lo de Moreno Silva. Y al toro bueno de hoy no lo torea bien cualquiera. Pero hay otra cara del asunto. La novillada fue un una excepción. En la temporada española no saldrán más novillos como el primero, cuarto o quinto. Eran auténticas alimañas traicioneras, nada de bravas, mansas y de mal estilo, Eso no es casta brava. Ese tipo de animales no se pueden ovacionar en el arrastre. Quienes así procedieron, muchos en Las Ventas, demostraron un desconocimiento supino de lo que debe ser una res brava. Pero eso en Madrid no es noticia. Desde la televisión se aprecia un enorme deterioro en la plaza en cuanto al juicio justo de lo que ocurre en el ruedo. En este sentido, Sevilla siendo mucho más ecuánime que Madrid en la valoración de toros y toreros. En resumen, que me gustaría ver a alguna figura delante de animales como los de Moreno Silva. Alguno seguro que se cortaba la coleta para siempre. Que la novillada fue muy interesante, pues puede ser verdad, pero tres de ellos eran asesinos sin piedad. Que le tocaron a chavales incapaces, que ni con reses nobles podrían destacar, pero que habría que cuidar mucho estos detalles y anunciar a quienes tengan, al menos, la habilidad y el oficio para poder no dar un espectáculo tan desagradable como el que dieron los novilleros tirando los engaños o saltado de cabeza al callejón. Y en la corrida, un torero: Domingo Navarro. Ese festejo debe servir para que algunos reflexionen con seriedad: la empresa (para que haga carteles coherentes), los apoderados (para que conozcan a los toreros que están dirigiendo), los novilleros (para que piensen bien si merece la pena seguir en esta profesión), los aficionados (para que no aplaudan a reses infames) y el ganadero (para que críe reses bravas y encastadas y no lo que salió al ruedo).

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