Apostó por la sangre Saltillo-Santa Coloma

La ganadería venezolana de La Cruz de Hierro, al matadero

La crisis que vive el país acaba con una de las vacadas más emblemáticas, con más de tres décadas de historia
Rubén Darío Villafraz
lunes 15 de mayo de 2017

La familia Echenagucia, propietaria del hierro venezolano de La Cruz de Hierro, ha enviado al matadero las vacas y sementales que integraban una de las ganaderías más emblemáticas del país latinoamericano. Los inasumibles costos que implica en estos momentos la cría del toro bravo en Venezuela, donde cada vez se dan menos festejos, además del precio del toro en la actualidad de cara al empresario en un país donde la fiesta brava aún no sale del descalabro que implica su dependencia -casi en su totalidad- de la moneda extranjera, han dado la puntilla a un importante capítulo de la historia del toro bravo en el país venezolano.

Con ella se va –tal y como pasó con su hierro hermano de Los Marañones- una divisa señera, referente del toreo en el país por la imponente presencia de sus reses y las emocionantes tardes que ofreció en las más importantes arenas del país a lo largo de las décadas de los 80, 90 y 2000 hasta su últimas presencias en ruedos nacionales, como en la pasada Feria del Nazareno de Achaguas y, en ferias de primer nivel, en la pasada Feria de Tovar.

UNA RICA HISTORIA

El reto de Orlando Echenagucia, y luego el de su hijo Pedro, llevó a sembrar en los páramos emeritenses un tipo de toro de gran armonía, característico del encaste Saltillo, vía Garfias. Derivó el rumbo del hierro desde 1992, cuando decidió apostar por esta sangre, tras haber iniciado en 1983 con el encaste Santa Coloma vía Los Aranguez, y posteriormente con puro Joaquín Buendía, a través de la implementación de embriones fecundados, siendo los pioneros en este tipo de técnica en el país.

La rica historia de esta ganadería da para largo rato, desde que en los calurosos potreros de El Caimito en Achaguas se dio comienzo a esta aventura que tuvo su cima en los paradisiacos potreros molineros de El Rincón de Los Toros, bella finca en la que se vivieron los mejores momentos tanto para toreros como aficionados en general, así como para sus propietarios. La finca La Escondida sería el último refugio por tratar de salvar una divisa de gran predicamento para el aficionado exigente.

Los toros de La Cruz de Hierro hicieron su último paseíllo el pasado lunes al matadero de San Juan de Lagunillas. La fiesta está de luto en Venezuela.

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