REPORTAJE

El arte férreo de Garrido

En 2017 ganó el I Concurso de Bellas Artes Taurinas de Plaza 1 y, desde entonces, sus esculturas se conceden a los triunfadores de Madrid
Jorge Casals
lunes 13 de mayo de 2019

Su nombre comenzó a sonar desde que fue elegido ganador del I Concurso de Bellas Artes Taurinas convocado por Plaza 1 en Las Ventas. Es David Garrido, un valenciano que ha puesto al servicio de la escultura su experiencia en la forja del hierro y su afición desmesurada por el mundo del toro. Un arte que nace fruto de su profesión de herrero y su vocación taurina. Sus obras, dotadas de una personalidad muy acusada, logran captar muchas de las emociones y sentimientos de esta Fiesta que tanto le inspira en su creación.

Fotos: DAVID GARRIDO

Descubrió, casi por necesidad, que podía convertir en arte algo tan duro y yerto como es el hierro. Su obsesión por tener la taxidermia de una cabeza de toro en casa le llevó a crearla con sus propias manos y utilizando el material que tanto conoce, el hierro. En el taller familiar, aprovechando el poco tiempo libre y alargando las ya extensas jornadas laborales, consiguió crear aquella efigie férrea que fue el punto de partida de esta vocación artística en la que ha volcado todo su conocimiento y experiencia de toda su vida como herrero. De aquella primera incursión han pasado ya más de diez años. Ahora, este joven de 34 años natural de Benisanó pero afincado en Llíria, busca abrirse paso con esta nueva faceta.

De momento, sus obras están teniendo una gran aceptación entre los que aprecian su creación distinguida, transgresora y con sello propio. En 2017, David Garrido ganó la primera edición del Concurso de Bellas Artes Taurinas convocado por la empresa de Las Ventas, Plaza 1, con la obra “Al natural”, una escultura realizada en hierro forjado cuya silueta representa el busto de un torero con la montera calada. De la obra se desprende su conocimiento taurino, pero también su respeto por un material tan apreciado por él como es el hierro, logrando preservar toda su pureza tal y como se aprecia en los colores innatos del mismo. “El hierro recibe un tratamiento que acelera la oxidación. Además, el calor que se le aplica a la figura, en función de los grados, le aporta una tonalidad de color distinta y única a la pieza. Es el color natural que adquiere tras el proceso de calentamiento. Después se recubre con una capa de barniz transparente”, explica el propio David Garrido sobre esta obra. “Al natural” es desde 2018 la escultura que Plaza 1 concede como premio a los triunfadores de la temporada en Las Ventas. Todas y cada una de ellas que se entregan nacen de sus manos, aunque son la misma figura, cada una tiene su propia vida, no hay dos iguales. No existen moldes ni producción en cadena. Todo es totalmente artesanal. “Ganar este concurso es lo más importante que me ha ocurrido hasta ahora. Gracias a Las Ventas me he podido dar a conocer y que mi obra saliera del taller y viera la luz”, matiza Garrido.

PURA INSPIRACIÓN

Sus obras son pura inspiración. De su propia imaginación, de su universo particular, nacen estas figuras. Confiesa que su etapa como monosabio en la cuadra de caballos de picar de Navarro le ha enriquecido sobremanera y le ha permitido descubrir momentos de intimidad de los toreros en los patios de cuadrillas, así como gestos y sentimientos que después ha intentado transmitir a sus creaciones. “Me vienen muchas ideas a la cabeza y de inmediato las plasmo en un papel. No me fijo en fotos, solo en lo que ven mis ojos, en la realidad que vivo en ese momento. Y a partir de ahí, creo la obra como yo siento. Nunca me he fijado en otros artistas, yo aplico mi propia técnica y mis conocimientos”, detalla David Garrido. Ha sabido enriquecer sus obras de sentimiento, convertir algo tan frío e inerte como es el hierro, en movimiento, en pura vida.

Ahí está por ejemplo la escultura dedicada a su admirado Iván Fandiño. La tragedia de Aire-sur-l’Adour impidió que el propio Garrido se la regalase al torero vasco tal y como así pactaron un tiempo atrás. En ella se reconoce al torero de Orduña, en la que ha sabido captar el momento de ensimismamiento y concentración tan peculiar de Iván en los instantes previos al paseíllo en el patio de cuadrillas, con esa mirada perdida en el universo de la responsabilidad, sosteniendo en sus brazos el capote de paseo.

Su imaginación trabaja infinitamente más deprisa de lo que sus manos logran esculpir con el hierro. “Tengo en casa montones de dibujos preparados esperando que se conviertan en futuras esculturas”. Le gustaría tener más tiempo para poder dedicarle, pero de momento sigue siendo una afición que espera en un segundo plano arañarle el tiempo a su actividad laboral. “Me encantaría dedicarme a ello plenamente, sería mi sueño estar creando todo el día esculturas. Ojalá algún día alcance este sueño”.

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