La página de Manolo Molés

Madrid: la que da o quita

Manolo Molés
domingo 09 de junio de 2019

Me alegra haber acertado y todavía queda mucha tela por cortar. Se veía venir: en cuanto abres las ventanas de la casa, entra la brisa y asoma el sol. Y Simón (nombre hebreo que comparte con otros 9.317 ciudadanos en España), entre bombo y cerebro, inventó una feria para la renovación o revolución, que es algo que llevan los gabachos en su ADN. Expliquemos que se llamaban gabachos los galos que vivían en torno al Íber, o sea, el Ebro. Lo cierto es que esta feria al día en que escribo (martes 28) ya ha puesto la temporada patas arriba en muchas cosas. Y lo que está por venir.

Me gustó Perera, aunque el usía sacó un pañuelo de más. El de Puebla del Prior está en un momento de madurez y claridad, y se le nota en la plaza y ante el toro. Además, ha elegido una de las mejores cuadrillas del momento en el panorama de plata. Román ha puntuado pero tendrá que pasar del aprobado. Ginés Marín, oreja en el primer día, ha de volver “al pronto y en la mano” de Chenel y de la afición de Madrid si busca la puerta grande. Pablo Aguado ha enamorado a la afición porque la verdad de la naturalidad ha vuelto, junto a Pepe Luis el grande (decía Chenel que le cantaron la gracia del toreo a pies juntitos, pero con la pata p’alante era el mejor), la naturalidad de Pepín Martín Vázquez, naturalidad al natural y si quieres también, por qué no, algo de Romero y su personalidad. Reventó Sevilla toreando como los ángeles. Pero lo más grande es que rindió Madrid sin espada; pero con el regusto de la naturalidad natural para torear al toro como si fuera de salón.

Simón, entre bombo y cerebro, inventó una feria para la renovación o revolución, que es algo que llevan los franceses en su ADN. Qué bueno que esta feria de “bombo y platillo” se haya convertido también en la feria más creativa de los últimos años. Qué sano es (y qué falta hacía)

Buenas formas de Rafael González, que se llevó una oreja de Madrid; una mano izquierda de un tal Fernando Plaza que bordó el toreo al natural como muy pocos son capaces. No le pierdan de vista.

LAS GESTAS DE GONZALO CABALLERO Y LÓPEZ SIMÓN, EN EL RECUERDO

No sé por qué Juan del Álamo parece que sigue sin encontrar un apoderado que le guste. Es cosa suya. Pero es un torero que siempre puntuó en Madrid y ahora me da la sensación de que se está descolgando de las ferias. La verdad es que entre presidentes que le putearon las orejas en los años de vino y rosas y el no encontrar al mánager (qué raro queda para toros) que le entienda y le convenga, pues anda ahí a la pata coja. Mis respetos a Gonzalo Caballero. Toreó más cuajado y templado que otras veces y tenía el triunfo en la mano y acabó en la mesa de operaciones con un tabaco tremendo. Pero, ¡oh, misterio!, la cornada se la llevó en la pierna izquierda, la de salida, y en la parte exterior. O sea, que Gonzalo quería redondear con la espada las orejas que la tizona le quitó demasiadas veces. Tengo un afecto histórico por López Simón desde aquel día de vino y rosas y la cornada en Sevilla que no le permitió redondear su graduación de matador. Luego, la diáspora, el volver a empezar, las buenas y las malas compañías de los consejos. Pero yo sé que acabará reencontrándose con aquel héroe que llevando un cornalón le dijo a don Máximo: “No me voy a operar hasta que mate mi segundo toro”. Y esa imagen de su rostro pálido y su corazón ardiendo en la rejilla de la puerta de la enfermería ha quedado para el recuerdo. Y aguantó, toreó, le sacaron a hombros y volvió a las manos de Máximo diciendo: “Ahora, doctor, ya me puede operar”.

La feria sirvió para que Paco Ureña, tan puro y tan noble, volviera a encontrar el calor y el eco de su Madrid. Al tiempo que llegaban dos explosiones taurinas y atómicas. Dos puertas grandes escritas sobre la piel de dos grandes toros de Parladé y Juan Pedro (o sea, de Juan Pedro hijo). Ojo a este ganadero. Desde el respeto al padre le ha puesto, primero en Parladé y ahora en Juan Pedro, gasolina de 98 octanos, o sea, con el depósito de la casta más alto. Y reventó dos tardes en Madrid. Roca Rey, con el de Parladé, cornada, vuelta al ruedo y casta de figurón en faena que solo podía acabar poniendo a la plaza en pie. Dos orejas y la puerta grande para un torero que llena las plazas pero con algo todavía mejor: está llevando a los cosos mucha gente joven. Como hace años no veíamos.

LA ILUSIÓN DE DAVID DE MIRANDA EN LA FERIA DEL BOMBO

Qué bueno que esta feria de “bombo y platillo” se haya convertido también en la feria más creativa de los últimos años. Qué sano es (y qué falta hacía) que junto a un Juli y a un Ureña, Simón haya colocado a un torero, David de Miranda, que todos sabíamos que tenía buen corte pero que era casi desconocido para el gran público y que venía de un año brutal de paro, de médicos, de futuro incierto y tras meses sin ver un pitón, mejoró, algo preparó y llegó a Madrid, reventó la tarde y la puerta grande. ¿Con qué? Con la verdad de la entrega, del buen gusto, de la fiebre por ser grande y de tirar la moneda al aire. Saber que solo tenía dos finales, su gran oportunidad: o la puerta grande o la puerta de servicio. Salió por la primera. Y ahora mismo, si esto de los toros no es mentira, debe estar en los carteles de Pamplona, de Bilbao, de las grandes ferias. En Francia, aleluya, no hay cerrojos para nadie. Porque los empresarios cuidan a los toreros que gustan al público. Francia ha recuperado más toreros que España. En los carteles de Madrid hay al menos diez que han llegado hasta aquí porque “emigraron” al país vecino y ejemplar. Queda más de medio Madrid. Y Carmena no le hacía ni puto caso y Errejón, muchacho, que iba a acabar con los toros en Madrid. De momento acabó él. La vida es puerta grande o al corral. De todo hay. En los banderilleros de la política: Carmena y Errejón. Descansen en paz. Políticamente, claro.

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