REPORTAJE
Joselito en PamplonaJoselito en Pamplona

La feria que coparon Joselito y Belmonte

Hace cien años los dos mitos actuaron en los cinco festejos de serial pamplonés, un duelo que acabó en tablas
Koldo Larrea
viernes 28 de junio de 2019

1919 se recordará como el año en el que los aficionados pudieron presenciar el primer duelo en Pamplona entre dos históricos, entre las máximas figuras de aquella época, entre Joselito y Belmonte. Fue la primera ocasión que coincidían en la capital navarra y también la última, ya que, al año siguiente, el 16 de mayo, Gallito moría en Talavera de la Reina por una cornada en el vientre propinada por el quinto toro, Bailador (o Bailaor), negro, pequeño y burriciego, del hierro de la Viuda de Ortega.

¿Quién le ganó la partida a quién? La respuesta es clara: ninguno. Si nos atenemos a los trofeos ganó Joselito, que cortó tres. El de Triana, que resultó herido en la última corrida, solo paseó uno, pero fue sacado a hombros”

Se vieron las caras en los cinco festejos de los que constó la feria, incluida la Corrida de Prueba. Algunos se siguen preguntando quién le ganó la partida a quién. La respuesta es clara: ninguno. Aunque si nos atenemos a los trofeos conseguidos, hay que contestar que Joselito, ya que cortó tres y uno el de Triana, que, además, resultó herido en la última corrida, no pudo matar a ninguno de los dos de su lote y de ellos se hizo cargo el maestro de Gelves.

Visto desde este punto de vista, Gallito estoqueó once de los veintiocho toros arrastrados a lo largo del ciclo; es decir, casi la mitad de los lidiados y cuatro más que su rival. Por otra parte, José no fue sacado de la plaza a hombros y el pasmo de Triana, sí. Por tanto, lo más correcto y objetivo resulta hablar de un duelo que acabó en tablas y que levantó pasiones entre la afición pamplonesa.

Y lo que verdaderamente resultaría injusto sería no mencionar a los otros dos diestros que completaron el abono, a Domingo González “Dominguín”, que debutó en Pamplona, y a Malla, cuya labor quedó completamente eclipsada por el interés despertado por el citado duelo.

PRIMER ENCUENTRO

Curiosamente, en el primer encuentro, un lunes 7 de julio, según cuenta Arako, la plaza registró “una señora entrada aunque sin el llenazo de costumbre”. Los precios son los precios y los honorarios de las figuras, muchos honorarios. También pudo influir en que la plaza no se llenara el tiempo, que amenazaba lluvia a tenor de los nubarrones que se podían ver en el cielo.

El festejo estuvo presidido por el alcalde, Javier Arraiza. Se lidiaron seis toros de Hijos de Vicente Martínez, una corrida terciada, “de esas que quieren los fenómenos”. Cumplieron sin excederse; aceptaron veintiún puyazos, provocaron ocho caídas de los montados y mataron, al menos, cuatro caballos. El quinto se rompió la pata izquierda y fue sustituido por un sobrero de Cándido Díaz, que resultó al final el más noble.

A este quinto, negro y bien armado, que brindó “al Bronce”, le cortó Joselito la única oreja que se concedió en la corrida, tras realizar una faena “inteligente, valiente y adornada” que terminó con un gran volapié que hizo innecesaria la puntilla. Espoleado por este triunfo, Belmonte quiso sacarse la espina frente al sexto, un berrendo en negro, y realizó para ello un trasteo muy valiente que echó a perder con el estoque, por lo que todo el triunfo quedó en las palmas que le dedicó el público. Frente a sus respectivos primeros, ninguno de los dos hizo nada de particular.

SEGUNDO ASALTO

Al día siguiente, la plaza presentó un lleno rebosante bajo un sol tímido. Ocupó la presidencia el teniente de alcalde Romero, que realizó bien su labor. Salieron al ruedo seis toros de Cándido Díaz, hermosos y bien armados; hubo dos bravos y cuatro difíciles. Y se repitió la historia. Gallito dividió las opiniones del público tras despachar a su primero, Cantinero, 40, berrendo en negro. Sin embargo, frente al quinto, Sereno, 70, berrendo en cárdeno, se lució con las banderillas y con la muleta. Lo mató de media estocada lagartijera y se le concedió una oreja, la segunda que cortaba en la feria. Para Arako, estuvo “alevoso en su primero y superior en el quinto”.

Por su parte, Belmonte estuvo valiente con su primero, Lancero, 66, berrendo en negro, pero sin más y falló además con la espada. Por contra, de nuevo, buscó el triunfo frente al sexto, Cariñoso, al que le realizó una faena muy valiente, en los mismos pitones, que coronó con media estocada superior. Cortó una oreja y salió a hombros. Según la misma fuente, se le vio “con deseos de trabajar en su primero y temerario en el último”.

IGUALES A LOS PUNTOS

En la Corrida de Prueba, hubo más de lo mismo. Ante una señora entrada y bajo la presidencia del concejal Barón de Oña, se lidiaron cuatro toros de Villar, buenos pues fueron bravos y codiciosos en varas y llegaron bien hasta el final, salvo el segundo, que llegó quedado al último tercio. Este toro, Lampararito, 54, negro lucero, le correspondió a Joselito, que vistió de aceituna y oro. Se le vio sólo voluntarioso y desgraciado a la hora de matar, por lo que fue pitado. Belmonte se encargó del siguiente, del tercero, de Carita rosa, 57, negro zaíno, y estuvo, más o menos, igual que su compañero. Arako calificó su actuación de “valiente con la muleta y mediano con el estoque”. Abrió plaza Malla y la cerró Dominguín.

Gallito estoqueó once de los veintiocho toros arrastrados a lo largo del ciclo; es decir, casi la mitad de los lidiados y cuatro más que su rival

El 10 de julio les tocó el turno a seis de la Viuda de Concha y Sierra y, frente a ellos, ninguno de los dos monstruos destacó. Joselito, que vistió de verde y oro, se encargó del primero y del cuarto, de Arriero, 38, negro salpicado, y de Rozadito, 50, cárdeno. Tras matarlos, obtuvo el mismo resultado, división de opiniones, palmas de unos y pitos de otros. Los mismos que tuvo que escuchar Belmonte después de despachar a su primero, Barbudo, un negro corretón. Y frente al quinto, Guapetón, 49, también negro, no logró ni eso, solo el silencio del paciente público.

DESIGUAL DESENLACE

Por último, el 11 de julio, en la última corrida, no se puede hablar de duelo porque Belmonte, que vistió de gris y oro, fue empitonado por el muslo al dar el cuarto pase a Pegajoso, negro, segundo de la tarde, del Marqués de Albaserrada, que trajo un encierro hermoso, grande, bravo, duro y difícil. Ante tal situación, Joselito, que vistió de rojo y negro, tuvo que matar los dos suyos y los dos de su amigo Juan. Precisamente, a ese Pegajoso le cortó la única oreja de la tarde, por una vibrante faena, una gran estocada y, sobre todo, porque así lo pidió el público.

La cogida de Belmonte no revistió gravedad. Fue empitonado por un muslo y el toro le pegó además un puntazo en la oreja derecha. “Con el rostro lívido y ensangrentado”, pasó a la enfermería en brazos de los peones, donde se le apreció el citado puntazo y una conmoción, pero no sufrió cornada alguna.

LOS VARILARGUEROS, PROTAGONISTAS

Para terminar, una última anécdota. En la tercera de feria, el día 10, durante la lidia del tercero, de Concha y Sierra, el presidente ordenó que los picadores se retirasen de la barrera. Los guardias municipales hicieron cumplir “a duras penas” la orden presidencial.

José no fue sacado de la plaza a hombros y el Pasmo de Triana, sí. El duelo levantó pasiones entre la afición pamplonesa

El caso es que, tras saltar al ruedo el cuarto de la tarde, los del castoreño se negaron a salir para realizar su trabajo. Esta es la narración que hizo Arako de los hechos:

“Los señores picadores, constituido ya su sindicato, se niegan a acudir al trabajo. La Presidencia ordena que salgan a sus puestos, pero ¡que si quieres! Aires de bolcheviquismo soplan por el patio de caballos.

El Presidente, al verse desobedecido, llama a Joselito para que éste ordene a sus picadores la salida al ruedo. El parlamento y las negociaciones duran largo rato. Entre el público circula el rumor de que los piqueros solicitan la jornada de ocho horas y el aumento de jornales. Otra versión dice que exigen el reconocimiento oficial del sindicato. Hay quien sospecha que tienen mucho amor propio aun cuando éste no se demuestre a la hora de picar.

Lo cierto es que, disgustados porque se les hizo retirar de entre barreras, se niegan a continuar la lidia. Gallito va con otros diestros al patio de caballos, al parecer como tribunal arbitral, y al cabo de un rato aparecen los del castoreño sobre flamantes y briosos corceles. (Estos adjetivos sobran ¿eh?)”.

Y es que antes, como ahora, el amor propio era el amor propio, algo que mejor no tocar.

Fotos: LA LIDIA y SOL Y SOMBRA

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