La Pincelada del Director

El mejor Ureña en la mejor Aste Nagusia

La feria fue más que Ureña: Manzanares dio gran respuesta a un toro bravo; Juli y Ponce mostraron su maestría; Luis David creció y mucho; Juan Leal gritó su ambición; Chaves y Escribano vencieron a la miurada… y ahora a esperar el futuro de Bilbao
José Luis Benlloch
lunes 26 de agosto de 2019

Ha sido la Aste Nagusia de Paco Ureña, sobre todo de Paco Ureña que conmovió Bilbao y cabe suponer que también, sería justo y necesario, las conciencias de las clases dirigentes que le deben abrir las aguas del mar del toreo para que avance con menos trabas que hasta ahora. Todo lo cual no significa otra cosa que un mejor trato del recibido hasta ahora en fechas y carteles, dicho de otra forma: categoría y pasta. Su actuación fue una conmoción en la plaza, en los medios y en las tertulias. Prueba de la magnitud del suceso es que pasó el momento de la corrida, pasó el día y la noche, ha pasado la feria y se sigue con la que ha liado Ureña. Una unanimidad que en este país ni se recordaba ni mucho menos se estilaba. No se podía pensar que tanta gente se pudiese poner de acuerdo. Más allá de haber cortado cuatro orejas -desde El Cordobés, 1964, no había sucedido cosa igual- hay que poner en valor la limpieza de su toreo, la verdad del mismo, la ausencia de ventajas, la renuncia al victimismo o, lo que es lo mismo, a cualquier tentación de utilizar su infortunio personal para ganarse la voluntad de los públicos. En esa simplificación radical de lo superfluo está la explicación a su impacto. En el concepto, que es ese, y también en proporciones elevadísimas en el valor, en la bragueta, en el coraje, en eso que te permite, le permite, en los momentos cruciales ganarle la mano al toro: que te mira, que te amaga, que se te viene vencido, pues que te mire, que te amague, que te venga vencido, porque si te quitas, si cedes, estás perdido, y no es lo que se pretende; por el contrario, si le aguantas está la victoria sobre el toro y la conmoción del público. Son las pequeñas y definitivas batallas dentro de la guerra de la lidia. Pues eso es lo que hizo Ureña, exactamente lo que hizo que los toros fueran mejores y la plaza se pusiese como se puso, cardiaca, emocionada y ahí sigue, seguimos.

Más allá de haber cortado cuatro orejas hay que poner en valor la limpieza de su toreo, la verdad del mismo, la ausencia de ventajas, la renuncia al victimismo o, lo que es lo mismo, a cualquier tentación de utilizar su infortunio personal

Y no solo de Ureña se ha alimentado la ilusión de los aficionados. Ha habido más nombres, muchos momentos de los que dan por bien empleada una tarde de toros. Todos los días han ocurrido cosas de interés con nombres propios. Emilio de Justo, al que la lejanía en el tiempo no puede hacer olvidar una faena de mucha verdad y mucho poderío a un victorino de los que dan importancia; Román, que metió en la canasta a un torrestrella de los que tenían mucho que torear, y Luis David Adame, este por partida doble, que acabó acallando las quejas, inevitables, de haber entrado en la sustitución de Aguado e incendiando todo seguido la hoguera de las broncas presidenciales para que nos acordásemos de que Matías existe. Llevarse en el esportón cuatro orejas en dos tardes no es poca cosa aunque más importante es el progreso de su toreo que mostró en el ruedo.

Luego llegaron los veteranos. Urdiales fue Urdiales hasta donde le permitieron los toros e incluso más; Manzanares dio el paso al frente y puso en otro apuro a Matías, su segunda faena -la propia de un figurón- se encontró con el reto de un toro bravo, bravo, y sacó el orgullo y la categoría; Juli dio otra exhibición; lo de Ponce es un caso de imposible razonamiento, que treinta años después le toquen dos avisos toreando en Bilbao da la medida de su locura, será defecto alargar las faenas, lo es, pero o eres un ser superior o no puedes pecar de eso; Chaves, qué pausa, qué sitio, y Escribano -qué bien toreó de capa- dieron la talla con la miurada. Bien los dos, muy bien.

La feria fue más que Ureña: Manzanares dio gran respuesta a un toro bravo; Juli y Ponce mostraron su maestría; Luis David creció y mucho; Juan Leal gritó su ambición; Chaves y Escribano vencieron a la miurada… y ahora a esperar el futuro de Bilbao

Un punto y aparte para el joven Juan Leal, dos orejas, que no quiso ser menos que nadie y salió a jugarse la vida de la forma más descarnada. Por lo civil y por lo criminal, por el camino de la templanza y por el del alboroto de quien quiere levantar la voz para que se le escuche. Logró hacerse oír y hasta puso en apuros al presidente que, a esas alturas, ya estaba acostumbrado para resistir lo que le dijesen. El balance ganadero no fue menos bueno y hubo muchos toros, pupilos de Victorino, de Torrestrella, de Zalduendo, de Victoriano del Río, de Garcigrande, de Fuente Ymbro y hasta de Miura, porque ya se sabe que sin toro no hay paraíso y en Bilbao mucho menos, que dieron lustre y rango a la Aste Nagusia 2019, la mejor Aste Nagusia de los últimos años, acaso de décadas, la feria que muchos se perdieron, demasiados, la feria si tiramos de términos políticos y se cumplen los planes previstos de la Transición, que marcará el cambio del modelo de estado, en este caso del modelo de gestión, de la pública a la privada. Será algo así como hasta ahora y a partir de ahora. Naturalmente hay preocupación con lo que pueda pasar, preocupación e intereses de por medio a la hora de pronosticar y también de interferir. Nadie puede asegurar nada de lo que se avecina pero sí hay algo evidente, los modelos de gestión los hacen buenos o malos los hombres y las circunstancias. Me gusta el desinterés personal y la potencia económica que puede llegar a tener el modelo público pero en ese territorio preocupan las influencias y los vaivenes políticos que puedan suceder y a las pruebas cabe remitirse, no ha podido ser lo mismo la gestión pública con el respaldo de Iñaki Azkuna en el Ayuntamiento, con quien la Aste Nagusia alcanzó su techo, que con la del actual Juan María Aburto, que ha elegido dar un paso al lado; me gusta la agilidad y la libertad de acción de la privada con la posibilidad de tener años por delante como es el caso para que la inversión en la promoción tenga posibilidades de reversión; y porque si alguien se juega su patrimonio se le supone mayor empeño, de la misma forma que puede suponer preocupación la excesiva concentración de poder en unas mismas manos. Por todo ello los pronósticos radicales están viciados por el interés y la expectación sobre el futuro de Bilbao en lo más alto.

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