La Pincelada del Director

Tras la sangre, el toreo sigue

Mientras la atención está puesta en los cambios de apoderados, la batalla que puede cambiar el tablero del ajedrez se va a jugar en la concesión de plazas. En ese territorio sí puede dar un vuelco el ordenamiento jerárquico de los últimos años
José Luis Benlloch
martes 22 de octubre de 2019

Pasó la tormenta, en realidad un huracán de sangre y desazón, pasó aunque en esas cuestiones nunca se puede cantar victoria. En cualquier caso, se han templado las aguas y por fin tras el sangriento cierre de temporada que estremeció al mundo, llegan buenas noticias de Zaragoza y de Madrid. Gonzalo y Mariano, que merodearon por las puertas de la muerte muchas horas, días que se hicieron interminables, han vuelto a la vida. Los doctores han rebajado los grados de gravedad. De gravísimos a muy graves ambos y ahora a graves, ese es su estado actual, que no es poco pero sí muy esperanzador. La sapiencia de los médicos y la fe obraron el milagro. El avance de la ciencia, los conocimientos de los doctores, García Padrós y Val-Carreres, auténticas eminencias, ellos y los grandes medios con los que cuentan esas enfermerías, fueron clave para que no pasase lo peor. Hay que tenerlo presente para insistir en esa dirección. Y en ello se está. Hoy mismo, lunes 21, comienza un curso de postgrado en la Universidad de Valencia que ha salido adelante por vez primera en la historia de la medicina por el empeño de los doctores Carbonell y Sabater, que han reunido a los más destacados especialistas para formar a los compañeros, a la vez que han conseguido reivindicar el papel de la cirugía taurina y abrirle un espacio en donde hasta ahora la tauromaquia se topaba con una postura de indiferencia auténticamente monolítica. Era como si no existiesen mientras salvaban vidas en las condiciones más precarias.

Llegaron los festivales, me gustan los festivales, los fetén, me refiero a los clásicos, también a los que dan visibilidad al toreo por la vía de la solidaridad, a los que se montan con seriedad e incluyo a los que permiten llevar el toreo allá donde se hacen inviables los festejos de luces

Puestos en pie tras el impacto de tan sangriento fin de semana, ahora la temporada apura sus últimos tragos. Se reavivó la Feria de San Lucas en Jaén; se reavivó el mercadillo de los rumores, compro, vendo, cambio y eso siempre tiene su morbillo y su interés, rupturas, uniones, cuadrillas, plazas…; y llegaron los festivales, me gustan los festivales, los fetén y me refiero no solo a los clásicos, que lo son porque han tenido un motivo y organización sólida y seria para alcanzar esa consideración que da los años; y me refiero a los que surgen por motivos puntuales reconocibles y dan visibilidad al toreo por la vía de la solidaridad, que fue siempre virtud de la que pudo presumir la gente de coleta y granjeó esa empatía social que tanto necesitamos actualmente; en realidad me gustan los que se montan con seriedad e incluyo a aquellos que permiten llevar el toreo allá donde la coyuntura económica y administrativa hacen inviables los festejos de luces. Estos últimos, además, ayudaron durante muchos años a mantener vivos a toreros que caídos en un bache necesitaban sobrevivir artística y económicamente. No son pocos los grandes que se tuvieron que agarrar en algún momento de sus carreras a ese asidero para romper el estigma de la invisibilidad, esa cruz que supone que pasen ferias y ferias y nadie se acuerde de ti. Por todo eso me gustan los festivales y porque además tienen el encanto de que en ellos se ve torear sin presión y en tiempos, sobre todo cuando los toreros estaban menos en activo, permitían recordar sus tauromaquias. Esta última semana los ha habido de todas las categorías mentadas: el de Chinchón, el clásico por excelencia que sobrevive desde que lo iniciase Marcial y lo continuase Julio Aparicio, luego Vidrié, más tarde Julio Aparicio hijo…, tal es su historia que se le puede considerar como un monumento del toreo; el de Sevilla, este año de la mano de Joaquín Moeckel, alineado con las hermandades de mayor devoción para enraizarlo todavía más en la sociedad; el de Ávila, que permitió reabrir la plaza; el de Villaseca, en recuerdo de Víctor Barrio y a favor de su fundación, que no ceja en la promoción de la tauromaquia; el de Inca la semana pasada en el que se homenajeó al maestro Dámaso y dio ocasión a que se viese torear al Niño de la Capea, quien para muchos jóvenes es ya una referencia de las hemerotecas y de esa manera pudieron ver lo que es un talento en la plaza. Definitivamente, me gustan los festivales, los fetén, claro.

En Jaén se detectaron signos evidentes de recuperación. Donde se había instalado el desierto hay vida. Nada nuevo, suele pasar: cuando se trabaja, en estos casos se promociona, hay respuesta

En Jaén se detectaron signos evidentes de recuperación. No digo que hubo brotes verdes porque la expresión tiene tufo de mal fario, pero quedó claro que donde se había instalado el desierto hay vida. Nada nuevo, suele pasar: cuando se trabaja, en estos casos se promociona, hay respuesta. Pedro Toledano, que entiende del paño, acudió en busca de sus raíces y ha vuelto con el orgullo patrio henchido: me habla de la gran entrada que hubo, del ambiente mañanero, que también cuenta, y del buen punto en que se mostraron De Justo y Cayetano. Jaén vuelve a contar. Ahora toca perseverar, unos y otros.

Y mientras, todos miramos expectantes en el horizonte inmediato a los posibles cambios de apoderado que pueden afectar incluso a toreros de los que marcan la pauta en las ferias e incluyo en ello las posibles reapariciones, tercio en el que ahora mismo hay un nombre sobre todos los nombres, Alejandro Talavante, la pieza por la que todos suspiran y algunos aspiran, que juguetea con la indefinición: lo mismo dice en una revista del corazón que de volver nada de nada, que quienes conviven con él en el campo te aseguran que está muy preparado, lo suficiente como para protagonizar una vuelta estelar y ante eso uno piensa que la última palabra la tendrá la incógnita de la pasta, en si hay pasta suficiente para inclinar la decisión hacia un lado u otro porque últimamente no parece que la haya más que para ir tirando. Pues mientras la atención está puesta en esas lides, la gran batalla que puede cambiar el tablero del ajedrez taurino se va a jugar en las plazas. En ese territorio sí puede dar un vuelco el ordenamiento jerárquico de los últimos años. Con Bilbao ya con nuevos empresarios de cuyos planes y ofertas artísticas no se sabe nada, en estos momentos están en el aire, salen a concurso, plazas tan importantes como Málaga, El Puerto de Santa María, Alicante, Albacete, Ciudad Real y Huesca, entre otras, una cuota de mercado significativa que pueden redimensionar el poder empresarial. Así que atención.

POSDATA. Duele Barcelona. La prohibición de los toros ahora parece un juego de niños. Estos días se hace más evidente que nunca que aquella prohibición que tanto nos escoció a los aficionados y tan indiferente dejó a otros fue uno de los primeros pasos del avance del nazionalismo que estamos sufriendo. Un ensayo y una seña de lo que venía que no se quiso tener en cuenta. Ahora casi lo de menos es que la tauromaquia perdiese aquella bendita tierra, mucho más grave es el avance de ese mismo nazionalismo que pone en peligro a la mismísima España. Un milagro es que todo volviese a ser como fue. Aquella Barcelona es un sueño lejano. Como soñar es gratis y libre, por qué no es posible la vuelta de aquellos tiempos: cordialidad, cultura, toros, vanguardia, acogida… Para todos.

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