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Navidad con dedicatoria

Carlos Ruiz Villasuso
lunes 23 de diciembre de 2019

No soy muy de Navidad aunque no tenga razones para no serlo, entendiendo la Navidad como eso que se hace en Navidad. No soy anti Navidad, quede claro, sólo que no soy muy partidario, por la sencilla razón de que soy así de raro. Supongo. Pero como el corazón amaga con hacer lo que los demás hacen, se enternece o ablanda sin saber muy bien por qué. Hay una especie de permisividad o laxitud en estas fechas tan generalizada como macerada en turrón. Y, a pesar de ella y no por ella, deseo a todos, a los amigos primero, a los profesionales todos de todos lados de este lado taurino, que les pase lo mejor y que poco les defraude.

En estos días las noticias afectan a pesar del cordón sanitario que pone lo habitual: estamos tan habituados a mentiras, navajazos e insultos en directo y diferido, que nada nos seduce el corazón de forma sensible y no sensiblera. Pero una noticia me ha dado ahí justo. Un periodista, uno de esos que escriben para ser leídos y no para ser citados, por poseer el don del difícil arte del manejo de la cultura, el ingenio y la raza gramatical, David Gistau, anda en hospitales a causa de una lesión cerebral. Leo que ha sido después de salir de un lugar de barrio en donde practica una de mis prácticas: el noble arte del boxeo.

Hay querencias tan inexplicables como reprochadas por las gentes de lo correcto. Ser aficionado a los toros. Practicarlo si acaso. Ser aficionado al boxeo. Practicarlo si acaso. No digo nada de otras querencias hoy ilegales por razón de seducción. Todo lo que no es correcto es reprochable, casi ilícito. Y hay querencias que marcan carácter. No conozco a Gistau personalmente, soy su lector. Le vi un día con mi amigo Vicente Zabala de la Serna en los toros en Las Ventas, hace tiempo. No sé si es aficionado o no, pero sí sé la consideración que tiene del toreo.

Estamos tan habituados a mentiras, navajazos e insultos en directo y diferido, que nada nos seduce el corazón de forma sensible y no sensiblera. Pero una noticia me ha dado ahí justo. Un periodista, uno de esos que escriben para ser leídos y no para ser citados, por poseer el don del difícil arte del manejo de la cultura, el ingenio y la raza gramatical, David Gistau, anda en hospitales a causa de una lesión cerebral

Es esa consideración de libertad sin sobreactuación ni dogmatismos que tiene del toreo, y de tantas cosas de la vida social, política, económica y del día a día de Gistau, la que le hace distinto. Racial en temperamento. Seda y espuela con cada quien que necesite uno o lo otro. Una forma real de escribir realidades que se convierten en verdad. No es uno de esos defensores del toreo que se apegan a un target porque les viene bien o por una especie de esnobismo. Un tipo que se ata unos guantes y se venda unas manos es por querencia. Y se escribe como se es.

Me encanta ver fotos de Dempsey, imágenes de Sugar Ray, del mejor entre los mejores, Alí o Clay. Ritmo, cadencia, elegancia, elasticidad, inteligencia, valor… Nombres más desconocidos como un esteta esgrimista, Vilomar Fernández, David Grimán, el zurdo Hilario Zapata, Carlos Monzón, el mejor pegando caminando hacia atrás… muchos. Todos ellos conocidos, seguro, por David Gistau. Y a pesar de ser Navidad y nunca por serlo, le pido que recuerde el boxeo. Es como el toreo. Intención, actitud. No entregar la cuchara. No tirar la toalla.

Ser campeón no es ganar un cinturón. Ser campeón no es cortar orejas. Es levantarte para un asalto más. Reiterar el lance inventado de la verónica, solo que más despacio, más expuesto. Me van a permitir que le desee a este periodista que la Navidad para él sea ese primer asalto de nuevo, el primer paseíllo, esa vez primera a la que le seguirán centenares. Vamos para adelante, David Gistau. Se torea como se es. Se escribe como se es. Se tienen las querencias por ser como somos. Y al carajo lo correcto. Feliz Navidad.

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