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Una verdad desde un engaño

Carlos Ruiz Villasuso
viernes 03 de enero de 2020

Cuando nació Jesucristo, en Belén de Judea, no había ni mula ni buey. Lo dice el actual Papa. No dice si es porque andaban tiesos o qué. Los “belenes” de Navidad son, entonces, una leyenda de ficción. No he visto corriente animalista alguna cargar contra el Papa de los católicos por borrar de tal acontecimiento a dos animales. Puede ser que el Papa, al negar la existencia histórica de buey y mula, estuviera liberando a los “belenes” de una iconografía del maltrato animal. Ya saben, buey y mula currando para el ser humano. Maltrato animal. Aunque, sinceramente, me da que mucha gente no va a hacer caso al Papa y va a poner mula y buey.

Las primeras iconografías de los Reyes Magos de Oriente también ofrecen un revisionismo. En las primeras representaciones no había ningún rey “negro”, sino tres varones que representaban a las tres razas de las culturas, asiática, africana y occidental. Más tarde al “africano” se le representó como a un varón de raza negra y se le llamó Baltasar. Tampoco eran Reyes, eran sabios, conocedores de ciencia y de filosofía y medicina. Pero, sinceramente, a la gente se la trae al pairo y ponen a Baltasar, Melchor y Gaspar, que van a seguir en las cabalgatas donde no mande Podemos y casi el PSOE.

El feminismo pone un grito en el cielo por dos razones: en la iconografía religiosa de la Navidad no hay reinas magas. Ni pastoras. Ni otra cosa femenina que una mujer, María, que da a luz partiendo de ser virgen, paradigma del machismo más racial. El “belén” es machista, la Navidad es “machista”. Pero, sinceramente, creo que a la gente se la trae un poco al pairo y van a seguir con esta “Navidad” hasta que sea prohibida por decreto ley. Que todo puede llegar.

La burla de la muerte a sabiendas de la muerte es la única verdad existente desde que el mundo llegó a ser mundo. Jamás podrán decir que Belmonte era catalán o que una vaca no estaba cuando nació un becerro en una dehesa o que miles de gargantas digan a compás un olé al paso de un natural. Nunca podrán hacer de nosotros una fake. Nosotros somos la gran verdad que nace de un engaño llamado arte

Si Colón era catalán según la historia reinventada de los independentistas catalanes, Andorra, escondite del dinero robado por los Pujol y los del tres per cent, será lugar de peregrinaje independentista. Qué mejor sitio para peregrinar que el lugar donde lo robado se haga, milagrosamente, dinero leal y legal. ¡Ah!, y en el Belén navideño de este año, Junqueras y los condenados resulta que son inocentes según falsa lectura de los retoños del tres per cent.

Lectores, la fake no la inventó Putin ni es de esta época. Las fake, con o sin news, son tan viejas como Baltasar, el rey negro, o como la inexistente mula y el inexistente buey. Andorra no es Andorra sino Fátima, Colón era de Casteldefels y una masturbación o paja era lo que conforma un pajar y jamás sexo. Bien. El mundo nació con una fake dentro de su ADN.

Pero, de todas ellas, hay una mentira que es verdad. Con una mentira se crea una verdad inmensa. Una verdad irrefutable nace de una mentira. A través de un engaño, una muleta, se crea y nace el imbatible arte del toreo y su verdad de vida y muerte. Nuestra fake es la única que es mentira para hacer y fabricar una verdad que nadie puede poner en duda. Somos, el toreo es, la única actividad histórica que es cierta, no revisable, no manipulable, no globalizable. Nuestra mentira, a diferencia de las otras mentiras y fake news, no cabe en un Twitter ni en red social alguna.

Todo aquello que no es mentira no existe, según la nueva pauta de credibilidad social y política. Es sabido que si hoy un dirigente dice que es titulado, miente, y que si dice que es blanco, es una forma de decir que es negro. Es el nuevo lenguaje social de la mentira: les digo esto para que sepan que es mentira. El negacionismo de la verdad es lo que cuenta. Menos en el toreo: el toreo niega la mentira a partir del engaño de una muleta y de un capote, de un quiebro, salto o recorte en las calles. Me ves, no me ves. Estoy, no estoy.

La burla de la muerte a sabiendas de la muerte es la única verdad existente desde que el mundo llegó a ser mundo. Esta es la razón social y hasta política de nuestro desfase. Que pasan los años y somos la verdad irrefutable y que, cuando ésta ya no forma parte de los idearios y relaciones, provocamos el efecto de una rosa en medio de un erial. Jamás podrán decir que Belmonte era catalán o que una vaca no estaba cuando nació un becerro en una dehesa o que miles de gargantas digan a compás un olé al paso de un natural. Nunca podrán hacer de nosotros una fake. Nosotros somos la gran verdad que nace de un engaño llamado arte.

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