Cuando uno ya está poco menos que escarbando para echarse, como los toros malheridos, es el mejor momento para procesar ideas, sentimientos y recuerdos, sin dejarse llevar por ningún tipo de interés de perjudicar a nadie con sus conclusiones, basadas en la experiencia de tantos años de tendido y callejón en la cercanía de los dos auténticos protagonistas de la Fiesta: el toro y el torero.
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