La idea de tender un puente taurino entre Madrid y México sonó a nueva en la pasada edición de San Isidro. No lo era. Por ese puente han pasado muchos viejos ríos caudalosos. Secos algunos ahora, como ramblas dormidas. El toro de México: el trasplante de Saltillo, que arraigó en ultramar hace poco más de un siglo hasta derivar en estirpe propia y multiplicada, cruzada o no, singular en cualquier caso.