El recorte del abono de Sevilla ha sido más epidérmico que visceral. Ha tocado la piel pero no ha llegado al tuétano. De manera que, cumplidas nueve fechas, la radiografía estaba clara: abono rentable. La fecha de lujo del Domingo de Resurrección -Morante, El Juli, Manzanares y la corrida de Garcigrande- se dio con lleno absoluto y probablemente tiró del abono más de lo que pueda presumirse. Ha quedado como frase lapidaria la declaración fiscal del empresario Ramón Valencia: con ese cartel y ese lleno se perdieron casi cien mil euros.