Avanza San Fermín, tan potente como todos los años, tan vital, tan singular… Los rejoneadores a hombros, Mendoza, Leonardo y Armendáriz, me parece bien, muy bien, pero me sigue faltando Ventura; se dio el gustazo y triunfó el Pincha, que se empeña en criar toros bravos en aquella tierra por pura pasión, bienvenido; triunfó De Manuel, ¡hay que celebrarlo! -ahora que tanta falta hacen nuevos valores hay que celebrar esos golpes-, dos orejas en Pamplona siempre fueron referentes importantes y más si vienen precedidas de triunfos en Madrid; soltaron dos excelentes toros los Fraile del Puerto; arrearon los agraciados, Román y Ureña, cada cual a su manera, descarado el primero, muy en su papel de torero puro el segundo; pagó con sangre, demasiada sangre, Ureña, que hasta en los buenos le toca aforar; camino de Pamplona como quien dice, cayó Padilla en Arévalo, monumental el susto, tremendamente aparatoso el zurcido de los cirujanos, un escalofrío que no le va a impedir estar en Pamplona.
Y en la corrida del domingo de nuevo cara y cruz, sangre y triunfo, los contrastes del toreo. Corrida dura y correosa de Escolar, de las que no hacen nada fácil. Éxito de Emilio de Justo, que ha llegado para quedarse. Estuvo mucho mejor de lo que da a entender la solitaria oreja que se llevó en el esportón. La parte doliente de la tarde fue para Castaño, que sufrió una cornada importante, la segunda en una feria que ha empezado con polémica en la calle y dureza en la plaza.