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Todos los versos del mundo

Carlos Ruiz Villasuso
sábado 04 de agosto de 2018

Más de veintiún millones de personas asisten durante el año a un festejo popular de Tauromaquia. Alrededor de seis millones acuden a una plaza de toros. Son muchos millones de gentes y gentes de España, un nominativo incluyente y solidario, por cierto. Muchos españoles de todas partes, regiones y comunidades, acentos e ideologías, cuya presencia y participación tienen uno de los significados sociológicos más peculiares que puedan observarse. La muestra de la seña de identidad cultural y tradicional, el acto que une, vertebra e identifica como distinto a los de otros países y culturas.

Los pueblos, sus tradiciones y culturas sufren la mutación agresiva de lo llamado “global”, una idea de igualar formas de comportamiento, sentimientos, necesidades y querencias, para dar de comer al mercado, también “global”. Desde un punto de vista sociológico, la seña de identidad del pueblo es contraria al interés de lo “global”. No se entiende, entonces, esta caza a la Tauromaquia desde tanta fuerza política si no es asumiendo la realidad de que España, como tantos países, sufre una desculturización grave.

En España, los sistemas educativos han sido tantos y tan malos que un libro de un año incluía a García Márquez y otro libro, un año después, no estaba. Hay pues, dos agresiones a la cultura de España, una, la global que hace que se hable mal el español y ya sea más importante la lengua del lugar y el inglés. Otra, la interior, la de una clase política que entiende la democracia como un proceso técnico para lograr poder

Frantz Fanon dijo que la globalización (situación colonial) paraliza lo cultural nacional, impide, detiene y cierra las puertas a la idea nacional, a la creatividad de una nación, al desarrollo democrático, solidario y cultural de una nación. Alejandro Jodorowsky afirmó que cuando un país decae, la cultura es su única posibilidad de arraigo y futuro identitario. Pérez Reverte, quizás el español más nacional sin ser nacionalista, dice que solo los pueblos incultos, sobre todo los deliberadamente incultos, tienen un futuro problemático.

Yo creo que en España ya no es vital Quevedo, Cervantes o Lorca, de la misma forma y por la misma causa, por las mismas razones por las que no son vitales los toros. Por su grado de incultura. La globalidad se basa en una ciencia y tecnología novedosa y mutante que nos hace afirmar que cinco o seis empresas tienen el poder comunicativo del mundo, desde Apple hasta Movistar, pasando por Google y Microsoft. Ellos marcan la pauta y en ellos no cabe la cultura. Es tan prescindible como un lastre. Pero España, con sus transferencias educacionales a las comunidades, hizo que en Barcelona se “culturizara” a un niño de forma distinta que al de Lepe. Y lo distinto no significa “no igual”, sino sectarismo, frentismo, repudia al otro, superioridad sobre el otro.

¿Cómo educar a un niño para hacerlo separado de otro niño de otra parte si no es insistiendo en que ese otro vive allí, en otro país, en un lugar donde no nos quieren y nos roban? En España, los sistemas educativos han sido tantos y tan malos que un libro de un año incluía a García Márquez y otro libro, un año después, no estaba. Hay pues, dos agresiones a la cultura de España, una, la global que hace que los libros sean piezas de museo, que se hable mal el español y ya sea más importante la lengua del lugar y el inglés. Otra, la interior, la de una clase política que entiende la democracia como un proceso técnico para lograr poder.

No es gratis que la Universidad esté ahora en entredicho, pues la Universidad, arma de la democracia y la cultura, es un pesebre del poder político. Y, en medio de esta finca absurda llamada España, en pleno retroceso de la cultura (cultura no es ARCO ni son las innovaciones ocurrenciales de perroflautas, sino lo lúcido) los toros, como las novelas, la poesía, el teatro…, no solo no cuentan ni importan, es que han de desaparecer porque son el único reducto cultural que puede mandar a la globalidad y su demoniaco poder a tomar por el culo.

Oscar Wilde dijo que solo hay dos formas de lograr la civilización, o a través de la cultura o de la corrupción. Genial reflexión que nos lleva a decir que vivimos la civilización de lo corrupto, pues la cultura ha sido expulsada. No crean que es una cosa contra la Tauromaquia. No. Es una operación contra todos los versos del mundo.

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