La crónica de Benlloch en Las Provincias

Román ruge en Bilbao

El valenciano tuvo una actuación muy valiente ante una dura y difícil corrida de Torrestrella
José Luis Benlloch
martes 21 de agosto de 2018

Román corazón de león. El valenciano se hizo escuchar en las Corridas Generales de Bilbao. Desde el quite por gaoneras a su primero hasta las tafalleras y el puente trágico que le plantó al sexto, pasando por dos faenas de mucho cuajo, de tremenda angustia a su primero y de contundente firmeza a su segundo, Román rugió como se supone que hacían los leones de San Mamés. Nada era fácil por la necesidad de triunfo con la que llegaba ni mucho menos por la delirante toma de postura del público a favor de una corrida de Torrestrella mansona y enterada que tuvo en la movilidad una de sus pocas virtudes.

El primer trasteo de Román fue de constantes “uys”, de una firme vocación de triunfo, aquí me pongo y de aquí no me quito. El toro venía por dentro y Román aguantaba. El toro probaba en sus embestidas y Román le aguantaba. Así que no tuvo más remedio el público que entregarse al valenciano. A la hora de matar se volcó sobre los pitones, el triunfo es para mí, tú o yo, en un momento tremendamente emocionante y todo seguido el publico pareció olvidar al torero.

Román, ovacionado en sus dos toros, fue tratado con excesivo rigor

En su segunda faena lo mejor surgió sobre la mano derecha. Firmeza de plantas, mano baja, mando creciente y por fin el público, que seguía siendo sorprendentemente e incomprensiblemente más torista que torerista, reaccionó a favor de Román. No por mucho tiempo. Volvió a manejar la espada con contundencia y mucha entrega y de nuevo la gente, ¿dónde está el entendido público de Bilbao?, se olvidó de los méritos del valenciano y aplaudió con fervor a un toro que no había merecido mayor nota que la de cumplidor. La reseña final dirá que Román fue ovacionado en sus dos toros, que no es balance especialmente triunfal, pero en el fondo subyace una actuación brava, muy valiente y de mucho mérito.

Luis David cortó una oreja por una faena de buen tono al toro más claro de la tarde, el tercero, éxito que no pudo reeditar en el último, toro a menos, en el que escuchó las discrepancias del público. Gonzalo Caballero tuvo una tarde negra. Su primero fue duro y complicado, rayando en lo imposible, y se lo hizo pasar mal; y con su segundo no acabó de entenderse nunca y, además, resultó lesionado en su hombro derecho.

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