La penúltima gran familia de taurinos es la de los Lozano. Gente con trabajo, talante y no escasos de talento. Ese Pablo, la Muleta de Castilla, no solo fue un buen torero, seco, castellano y hondo, sino que además supo explicar su tauromaquia a toreros de muy distinto corte. Desde Manzanares padre, desde Palomo, que en paz descanse, hasta llegar a la actualidad con Julián López “El Juli” y Diego Ventura. Por cierto: yo creo que si hay algo casi imposible en este mundo del toro es que algún día, pese a que lo lleven los Lozano, volvamos a ver juntos en una plaza a don Pablo Hermoso de Mendoza y don Diego Ventura. El don lo llevaban en tiempos no tan lejanos todos los caballeros rejoneadores. Y es una lástima que los dos grandes, Pablo y Diego, no hagan algo para que veamos ese mano a mano en el que no iba a perder ninguno de los dos y en el que iba a ganar la Fiesta. Pero solo ellos saben cuál es el veneno que envenenó esa relación y nos deja sin ese Real Madrid-Barça (o Atlético de Madrid, perdón) o el equipo que más les guste, porque tengo que nombrar también al Levante de Valencia, cuyo estadio está cerca de la mejor horchata de este país y en el que jugó (costó un pastón) Johan Cruyff, y del que es socio irredento el director de este semanario. Nadie es perfecto… Pero volviendo a lo serio: ese mano a mano es una lástima que no sea realidad e incluso habitual. En fin…
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