Llueve. Lo hizo todo el fin de semana. Alguna alegría tenían que llevarse los camperos que van a poder contener la sangría del pienso esta primavera. No ha ocurrido lo mismo en las grandes ciudades, donde la lluvia ha sido todo un dolor y los planes empresariales, religiosos y lúdicos se han ido al traste para hacer bueno una vez más aquella teoría de los gustos y la lluvia.
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