FERIA DE SAN ISIDRO

El poso de Urdiales pese a Alcurrucén

El riojano destaca ante el decepcionante juego de los toros de los hermanos Lozano
Gonzalo I. Bienvenida
viernes 07 de junio de 2019

Fotos: JAVIER ARROYO

La tarde empezó con con interés. El colorado de Alcurrucén obedeció al capote de Ferrera, mejor por el pitón izquierdo. Se empleó en el caballo y humilló en el capote de Valdeoro aunque salía suelto. Se fue a los chiqueros y ahí planteó faena el veterano torero directamente sobre la izquierda. No terminaba de humillar el de Alcurrucén pero es cierto que repetía con nobleza. Apretaba más hacia chiqueros, lógicamente. Con la derecha se vino algo por dentro, Ferrera tiró de oficio y de firmeza para tratarle hasta meterlo también en el canasto por ese pitón. Tiró la ayuda y toreó con los vuelos, los finales de cada tanda llevaron a que el público entrase en la faena: muy en redondo el último muletazo y perfectamente engarzado con el de pecho. Cogió la espada en el momento exacto y cuando se dispuso a entrar a matar se le arrancó el toro. Aprovechó que venía para dejarle una estocada algo suelta, como perpendicular y atravesada. Tuvo torería como esperó sentado en el estribo la muerte del toro. Cuando se echó la pañolada no llegó a la mayoría y Ferrera tuvo que saludar desde los medios.

El cuarto, astifino y ensillado, no fue fácil de parar con el capote. Antonio Ferrera lo saludó con asolerada facilidad. Empujó en el caballo y midió en banderillas. El extremeño brindó al ganadero Antonio Briones. Embistió el de El Cortijillo a taponazos hasta que se rajó definitivamente. Ferrera lo pudo sin demasiado compromiso.

Corto de cuello, delantero y montado fue el segundo. Feo aunque fino. Resultó reservón y deslucido en todos los tercios. Diego Urdiales presentó las telas con su verdad de siempre y de estrelló entre las miradas, amagos y disparos del zorrón núñez. Lo mató por arriba de forma efectiva.

Un colorado, ojo de perdiz, estrecho de sienes, fino en sus hechuras y en sus astas hizo quinto. Un dije. Pasó desapercibido en los primeros tercios pero Urdiales había visto su fondo. Se fue apagando la embestida pero no la calidad de su voluntad para ir hacia delante. El inicio de Urdiales tuvo torería, todo para el toro. Le buscó las vueltas en distintos terrenos con la idéntica fórmula del temple en todas las ocasiones. Fue una labor de paciente buscando el muletazo perfecto entre otros de tipo preparatorio. Hubo derechazos fantásticos acompañando mucho, también trincherillas aisladas con mucho sabor algún natural. Lo menos acompasado fue el último ayudado por alto que terminó con el toro por rodando. La estocada en lo alto tuvo lento efecto hasta alcanzar los dos avisos.

El tercero de Alcurrucén fue protestado por su falta de trapío. Bonito de cara, bajo y falto de remate. Sin perfil. Resultó irregular de salida aunque con buena voluntad. Ginés Marín lo paró fácil. Muy sangrado en el caballo de su padre, Guillermo Marín. Empezó a flaquear de los cuartos traseros. El presidente no atendió la petición de que lo echaran para atrás. La debilidad se hizo patente según avanzó el tercio final. El toro mostró calidad dentro de ese justito poder. Marín le exigió mucho por abajo, quizá más de la cuenta. Una sola tanda, sobre la derecha, tuvo acople.

Cerró la tarde un amplio toro de Alcurrucén, ancho de sienes y lucero, que embistió a oleadas desde que salió hasta que murió. Corretón, abanto, informal. Nada fácil de estar delante. Ginés Marín resolvió como pudo, pisó todos los terrenos de la plaza sin lograr sujetar al huidizo toro de Alcurrucén. Estoqueó con acierto.

Madrid, viernes 7 de junio de 2019. Feria de San Isidro. Cinco toros de Alcurrucén y uno de El Cortijillo (4º), dispares de presentación y juego. El mejor el 1º; con calidad pero sin fondo el 3º y el 5º. Antonio Ferrera, ovación tras petición y silencio; Diego Urdiales, silencio y ovación tras dos avisos; Ginés Marín, silencio y silencio. Entrada: casi lleno.

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