Con los primeros fríos han llegado para los toreros las bodas y los cambios de apoderado. Si será para bien o para mal, el tiempo lo dirá. Tanto lo uno como lo otro. Las dos cosas tienen arreglo, lo primero con él “por ahí te pudras” o el divorcio, y lo segundo con otro “seguimos siendo amigos pero he creído que necesitaba explorar nuevos horizontes”. Nada es para siempre, y dice un antiguo refrán que “el que no se cambia cría miseria”. Paco Ureña ha hecho doblete: Se ha casado con una hija del gran Dámaso, que no es mala reata, y si se comporta como un buen marido tendrá esposa fiel y amorosa para toda la vida. En cuanto al apoderado, no sé porque se me antoja que es asignatura más volátil y de más difícil encaje, y sospecho que en esa relación cuenta poco el romanticismo. De todos modos suerte, que se la merece por valiente, sacrificado, buena gente y buen torero.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2.197
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2.197 para iPad
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2.197 para Android