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En estas lindes

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 26 de enero de 2020

Ahí nos dan libertad absoluta. Ahí es el espacio en donde procuramos ser Caín y Abel, en un paraíso enfermizo de vegetación al que le arden los fuegos por los cuatro costados. Ahí no les importa ni les interesa quién mate a quién, quién dispare contra quién, quién someta a quién. En Varsovia lo llamaron gueto. Un espacio cerrado sólo para judíos, con la libertad de devorarse en su hambruna, a la espera de qué decisión final se tomaba con ellos. No es un símil exacto, pero sí con una literalidad apropiada sobre el concepto de nuestra libertad. Nos hemos creído que la tenemos, la libertad. Y nos manejamos duro, a veces hasta cruel, con el de al lado, con uno de los nuestros. Nos hemos creído que la libertad y la dignidad existen en ese espacio cada vez más minúsculo que nos ceden a la espera de qué hacer con nosotros, con el toreo. Dentro de esas lindes un aficionado hiere al otro en una red social, un torero exige más allá de su legitimidad, un empresario hace de apoderado más allá de su libertad… Dentro de estas minúsculas lindes hemos creído que somos libres y que nuestra libertad, en parte, consiste en herir al de al lado como expresión del deporte de casquería más hispano.

Ahí nos dejan hacer. A los prohibicionistas, neoecologistas, administraciones, redactores de leyes de animales, transnacionales de las mascotas, políticos precarios populistas… se la trae al pairo qué hacemos entre nosotros, qué garrote usamos para golpear a uno de los nuestros, qué debate y frentismo hay sobre torismo y torerismo (estúpido, estéril e incierto), quién es más puro, quién más soñador, quién más amante del toreo. O quién tiene más derecho a esta u otra corrida, quién por delante o por detrás, quién ha de usar el día clave de un abono. Ahí nos dejan; gestionando de forma cainita nuestra precariedad, nuestra hambruna.

Si un día se nos encendiera la luz que nos ciega, uniéramos esfuerzo, talento, inteligencia, fuerza, este gueto social al que derivamos, cada vez más chico y triste, saldría de esas lindes de jaula en la que nos meten a punta de bayoneta. Me cuesta comprender cómo gente que dedica tiempo y energía al toreo, lo dedique a gestionarse más contra el de al lado que con el de al lado. Desde luego, y más en el toreo, una idea de uno tiene difícil encaje pleno en la idea del otro. Pero un día nos daremos cuenta de que esas ideas que no encajan, están unidas por algo humanamente superior en importancia: que son ideas sin libertad, ideas dentro de un gueto, ideas o principios sin libertad. Tenemos en común que fuera de esas lindes mi idea y la de quien piensa contrario, ni cuentan ni tienen refugio legal o social.

Un día nuestras estrellas se darán cuenta de que la grandeza superior de un artista es directamente proporcional a su responsabilidad histórica. Porque no es momento del arte por el arte. No. Es momento del arte con el arte. Dejar aparcadas disputas por corridas, fechas, ternas… Me imagino cómo sería un año si Roca Rey, José Tomás, El Juli, Talavante, Morante, Ponce, Aguado, Ferrera… se tomaran un café para decidir que es hora de generosidad máxima y que su arte, su riesgo, su talento, han de ir hacia el mismo lado y en la misma lucha: sacar al toreo de los lindes del gueto. Lograr su libertad social, derribar muros de esas lindes, agitar a España con carteles inesperados, generosos, imprevisibles.

Dicen que no hay con qué hacer una tormenta y no es cierto. Lo que pasa es que nos hemos creído, se han creído ellos, que son libres. Que en este espacio chico, precario económicamente, acosado y acusado en el que nos han metido a la espera de una decisión final sobre nosotros, existe libertad, dignidad. Y que ésta consiste en jugar bazas lícitas, sin duda, para imponer su derecho ganado sobre el derecho del otro que también cree que se lo ha ganado. Les pregunto a todos por el derecho del toreo. Por el derecho de la historia del toreo, por el derecho al futuro del torero, por el derecho al toreo de las próximas generaciones. Y si la respuesta es que esto es lo que hay, no solo compro la respuesta. La compro y añado: lo que hay es tan grande que, sumadas esas grandezas con generosidad, pondríamos al toreo en una agitación social sin precedentes. Pero en estas lindes no hay grandeza. Solo hay un reparto más o menos lógico de una precariedad, a la espera de lo que decidan sobre nosotros. Sobre cada uno de los que ahora creen que su libertad y derechos están a salvo.

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